13 de junio de 2012

LAS AVENTURAS DEL PRÍNCIPE ACHMED (1926)

Un príncipe sobre un caballo volador… o quizás sobre una alfombra, dos magos que se transforman en una gran diversidad de animales fabulosos y entablan una lucha sin cuartel… una princesa que espera el beso de su amado, ciudades que aparecen y desaparecen. Todo el mundo de las Mil y una Noches lo vislumbramos a través de variados tipos de siluetas sobre fondos coloridos. Desde hechiceros malignos y grotescos hasta dos figuras que juntan sus labios en una escena romántica indudablemente humana.

  

En realidad, el argumento es una adaptación de la Historia del Príncipe Achmed y el Hada Paribanou que se encuentra en la obra magna de la literatura medio oriental. El protagonista, con el apoyo de Aladino, la Bruja de la Montaña y un caballo volador, debe conseguir la lámpara mágica, derrotar al malvado hechicero africano y rescatar a la princesa Dinarsade. Las escenas culminantes son aquéllas que muestran la lucha entre la Bruja y el Mago, el matrimonio de Aladino con la princesa y el de Achmed con Pari Banu, si bien ésta luego coge una boa de plumas que utiliza para convertirse en ave y retornar a su hogar. 
Fue la artista alemana Lotte Reiniger la autora de esta magia y del primer largometraje animado que ha sobrevivido, el mismo que le tomó 3 años en forjarlo. Una mujer llena de talento, se vio bendecida con un marido, Carl Koch, que la apoyó siempre en toda su carrera de cineasta con la tecnología y la fuerza moral, con los auspiciadores más reconocidos que siempre le proporcionaron las oportunidades necesarias, y en sus inicios, con grandes maestros como Max Reinhardt y Paul Wegener. Ya a inicios de la década de 1920 había adquirido fama con cortos como El Flautista de Hamelin (1918) Cenicienta (1922) y La Bella Durmiente (1923), pero su gran oportunidad llegó en 1923. Más allá del arduo trabajo de poner en movimiento a 100,000 siluetas pacientemente elaboradas (junto a 250,000 imágenes individuales), en El Príncipe Achmed la directora demuestra su genialidad tratando a las figuras de modo que consigan representar a auténticos personajes, únicos, capaces de esbozar una personalidad propia tan sólo con sus movimientos y los simples perfiles de sus rostros. La expresividad, tan importante en los live-action y en futuras películas animadas, es acá imprescindible, lo cual honra aún más a la obra. El erotismo de la princesa Pari Banu es notorio con la sencilla agitación de sus manos, mientras que la nariz inclinada del archi conocido Aladino constituye el elemento que lo marca como un ser inferior a Achmed (más allá de las circunstancias de la historia, en la que no exhibe demasiada astucia); este último, presenta justamente un contorno semejante a un busto grecorromano, lo que implica nobleza.
En cuanto a la temática, Reiniger es increíble en su capacidad de mezclar la aventura con el erotismo, e incluso la comedia. Ésta se percibe claramente en la escena de la llegada de Achmed al país de las hadas en Wak-Wak, donde es bienvenido con todas las ceremonias y se pasea de fémina en fémina, plantándolas al final con mucha gracia cuando debe partir a proseguir su misión. Una escena algo más romántica, pero con un tinte de humor, ocurre cuando el príncipe descubre a Pari Banu bañándose con sus doncellas en la laguna. El realismo mágico de la secuencia no puede ser mejor: no se necesita demasiada imaginación para proyectar en la mente a una bella joven desnuda que es espiada por un respetuoso noble al estilo oriental… las montañas chinas del fondo transforman inmediatamente el panorama azulado en una vívida imagen que nada tendría que envidiar a los filmes con una fotografía espectacular.
Quizás ésa haya sido la intención de Reiniger con todo su gran trabajo, hacernos trabajar la imaginación y que cada uno concibiera la historia desde su punto de vista particular. Hoy en día, a casi 90 años de su estreno, no podemos dejar de comparar al Príncipe Achmed con El Ladrón de Bagdad, Star Wars, El Señor de los Anillos y muchos otros clásicos de aventuras, los cuales le deben mucho.
Lamentablemente, el productor Louis Hagen no pudo percibir los ingresos esperados, al punto que el filme tardó mucho tiempo en ser estrenado en Alemania, y sólo los contactos de la pareja de directores en Francia permitió su estreno en el vecino país galo. Cuando finalmente el público alemán pudo ver al Príncipe Achmed en las salas de cine, la asistencia fue un rotundo fracaso. 
En los años subsiguientes, Lotte se dedicó nuevamente a los cortometrajes, sobre todo tomando material relativo a los cuentos de hadas, tanto orientales como europeos, en los cuales fue ganando mayor experiencia con el tema musical, exponiendo una sincronización casi perfecta con los movimientos de las siluetas. En 1936, estando en apogeo el régimen nazi, ella y su esposo aprovecharon su relación con el director francés Jean Renoir para marcharse a Inglaterra, si bien luego vagabundearon por varios países al desatarse la II Guerra Mundial; retornaron a Berlín en 1949, aunque unos meses después se instalaron por segunda vez en Londres. En la siguiente década produjo una nueva serie de animaciones con temática infantil (Los Tres Deseos, El Príncipe Rana), que se llegaría a transmitir en la TV norteamericana, pero para su mala suerte, ello no revirtió en utilidades financieras. En 1955 desarrolló su primera obra sobre fondo de colores (Jack y el Guisante), continuando con ello hasta 1963, año en el que murió su marido. Después de ello sólo dirigía ocasionalmente, sobre todo para la National Film Board of Canada durante los 70s; ya en ese entonces su principal labor era dictar conferencias y seminarios acerca de su arte. Ni siquiera ello le dio fortuna, pasando sus últimos días junto a un ministro que conociera en Dettenhausen (cerca de Tübingen), donde falleció y fue enterrada en 1981.

  

Duración: 65 minutos
País: Alemania
Género: Película animada
Director: Lotte Reiniger (1899 – 1981)

1 comentario:

  1. Una obra maestra sin dudas. Hermosa. Nada que envidiar a lo que vendria despues... Disney, etc

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