25 de abril de 2013

EL VIAJE DE MAMÁ KRAUZE RUMBO A LA FELICIDAD (1929)

Una dura manifestación de la dureza de las clases medias alemanas al final de la República de Weimar, en plena Gran Depresión. El expresionismo ya es un rezago de la era muda, que también está llegando a su fin en una nación germana más realista...

    

Estamos en 1929, a punto de desencadenarse la Gran Depresión. Alemania ha mejorado a partir de 1926, pero la crisis de postguerra continúa y se vive una atmósfera decadente que no es más que el preludio del ascenso del Partido Nazi. La lista de desempleados asciende a millones y entre ellos se encuentra una familia de clase media del barrio de Wedding de Berlín, en donde el hombre de la casa, John, se siente el más afortunado del mundo por ganar algunos centavos vendiendo periódicos. Viviendo con su anciana madre, la Sra. Krauze, y su hija Erna, pronto se desilusiona de ella por no contribuir económicamente al hogar, resolviendo entonces alquilar una parte de la casa a un pillo que se traslada con su pareja, una prostituta, y su pequeño hijo. La familia Krauze debe vivir en la cocina, pero su situación se complica cuando John se gasta en una noche todos sus ingresos del día y muy pronto su madre es acusada de malversación.
Una película cargada de realismo, puesto que el director Phil Jutzi se preocupó en hacer un guión adaptándolo a partir de una literatura contemporánea que describía con claridad cómo era la vida en los bajos barrios de Berlín. Además, contrató a asesores que conocían como la palma de su mano toda la sociedad del barrio, e incluso se tomaron la molestia de convocar a auténticos transeúntes de la zona, borrachos, vagabundos, ancianos mendigos e incluso rateros, para que el panorama de la obra fuera lo más genuino posible. Ésa es una de sus principales bazas, porque más allá del drama que se desarrolla por sí mismo, se nos está exhibiendo un documental de la crisis alemana y en general, de toda Europa central. Las imágenes del distrito al inicio de la película son escabrosas, incluyendo algunos intertítulos explicativos, pero ya nos dan desde un inicio una idea de que nos hallamos ante un mundo marchito, en donde manda más la supervivencia... todo muy ajeno a lo que se proyectaba en Hollywood esos mismos años. Este estilo documental, si bien es único en los primeros minutos, no desaparecerá y lo veremos entremezclado con la ficción en segundos planos: personas en estado decrépito a lo lejos, cales y edificios destartalados, gente buscando refugio en un parque de atracciones. En algunos casos, incluso los personajes principales parecen ser los que están al margen y que todo gira alrededor de la miseria berlinesa.
De todas formas, John y los inquilinos, así como otras amistades, nos terminan transmitiendo la desesperanza de la juventud alemana, volcada en placeres vanos y en malos recuerdos... por lo que aquí podemos vislumbrar una revelación más solapada de la crisis. En fin, no extraña que el objetivo principal de la obra fuera difundir las penas de la clase obrera y desempleada, como un llamado al comunismo y al liderazgo del Partido Comunista alemán, el cual estuvo férreamente comprometido con la producción. Vemos así que Max, quien se convierte en el amante de Erna, tiene un cuadro de Marx en una de las paredes de su casa, y al mismo tiempo es un propulsor de la liberación femenina, exhortando a su querida que ya es tiempo que deje la casa de su madre, cosa que ella hace cuando parece que va a ser forzada a vender su cuerpo. De ese modo, ingresa a un nuevo mundo en el que la solidaridad de clase contrasta con la vileza de su familia, símbolo de la burguesía alicaída de la sociedad germánica. Y mientras tanto, John es encerrado por estar implicado en un asesinato, y Mamá Krauze se suicida junto con su inquilina la prostituta, quizás el símbolo del capitalismo que, para los comunistas, prostituía a toda la clase proletaria para sus propios fines egoístas.
En suma, las miserias de las relaciones humanas no son para Jutzi más que la consecuencia de la miseria de la sociedad, lo que implicaba la necesidad de un cambio, que se infiere que sólo podrá ser perpetrado por la clase trabajadora. Un mensaje ya obsoleto y separado, por lo que si deseamos valorar el filme tal como lo merece, quizá lo mejor sea verlo como un documento histórico de la época, como un reflejo de la ansiedad y la determinación de los comunistas de llegar al poder siguiendo el ejemplo de los rusos y elaborando una propaganda a través de un arte que ya era masivo. Una obra psicológica y sociológica en todo sentido, que ya hace olvidar el viejo expresionismo en donde todo era recóndito, enmascarado, inescrutable. Ahora, cuando la crisis se agudizaba y los años de bonanza quedaban muy atrás, el cine alemán optaba por sincerarse y desplegar ante todos lo que era realmente su país. Una visión muy pesimista que aparentemente contrasta con el título del filme... pero una mirada más atenta nos indica el cinismo de aquel viaje hacia la "felicidad" de la Sra. Krauze.

   

País: Alemania
Director: Phil Jutzi (1896-1946)
Género: Drama
Duración: 104 minutos
Reparto: Alexandra Schmitt (Mamá Krauze), Holmes Zimmermann (Paul), Ilse Trautschold (Erna), Herhard Bienert (inquilino), Vera Sacharowa (prostituta) Friedrich Gnass (Max).

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