3 de octubre de 2012

TEMPESTAD SOBRE ASIA (1928)

Un hombre común y corriente que por un simple amuleto se ve arrastrado por una vorágine de credulidad y ansias de contar con un móvil espiritual en medio del caos de la Revolución Bolchevique...

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Él era un mongol que comerciaba pieles de animales con los capitalistas europeos que ocupaban Extremo Oriente durante la Guerra Civil Rusa. Pero un día fue engañado en una transacción y se desató un tumulto con varios muertos. Escapó al frente y se unió a los soviéticos, con quienes efectuaba acciones de partisanos. Empero, cierto día que se dedicaba al comercio, los británicos lo sorprendieron junto a otros y lo capturaron. A pesar de las heridas, el mongol sobrevivió, pero sólo para convertirse en el títere de los ocupantes, quienes al descubrir un amuleto que sugería que su dueño descendía de Gengis Khan, creyeron conveniente instalarlo como gobernante fantoche de Mongolia. Una situación que no durará demasiado, porque el rebelde cazador se levantará en contra de sus nuevos amos, tratando de simbolizar así el espíritu que la URSS presentaba ante el resto del mundo. Una escena en la que son volados los cuarteles británicos, junto a la secuencia de la estepa en la que Pudovkin yuxtapone imágenes que parecen evocar a los guerreros mongoles de la Edad Media, marcan el extraño desenlace de una atípica obra del cine soviético.
No era normal que en la URSS de los años 20' a un cineasta se le ocurriera cubrir un tema en el que el protagonista fuera estrictamente ruso. Es cierto que la población mongola formaba parte de la Unión, pero el nacionalismo eslavo, pese al internacionalismo propugnado por el comunismo, era difícil de erradicar y ello nunca sucedería. Además, los actores eran auténticos mongoles, lo cual seguramente irritó más al público y a la crítica. Incluso la misma organización soviética era vista con malos ojos, lo cual parece que fue la gota que derramó el vaso. En realidad, Pudovkin deseaba seguramente un retrato de las estepas de la Rusia asiática; estaba más pendiente de los aspectos culturales (danzas ceremoniales, ritos de purificación y el clásico ajetreo de los mercados) e históricos de la región, entendiéndose así la inserción de Gengis Khan. No se molestó demasiado en los detalles históricos contemporáneos: así como no pintó a los soviéticos como lo estipulaba Stalin, tampoco existió en ningún momento una invasión inglesa en Mongolia.
Más allá del tópico político inmerso en todo filme soviético, nos interesa el empleo de las técnicas cinematográficas cuando ya expiraba la era muda (en la URSS demoraría algo más que en el resto de Europa). La escena de la tormenta en las estepas es magistral, al saber conjugar el director lo meteorológico con la persecución que ocurre en 1920 y la medieval que se inserta. Las actuaciones son siempre a la medida: todos los actores (no profesionales) asumen su papel estereotipado a la perfección, y quizás en este punto encontramos también un paralelo con El fin de St Petersburgo, puesto que el protagonista es el último que habla por sí solo; incluso al ser utilizado como monarca marioneta, saca a relucir su carácter y personalidad particular. El dramatismo personal que vive  es único, y ello es lo que debe aplaudirse de Pudovkin, al alejarse de Eisenstein y trazar historias más personales. Escenas memorables, aparte de la archi conocida de la estepa: por un lado, el caos que se suscita en el mercado cuando se descubre un engaño de los ingleses; por otro, el momento en que un oficial inglés dispara sobre el personaje principal.
Humor e ironía no están ausentes: los soldados europeos vistiéndose los alista para la ridiculez. La aparición del posible sucesor del Gran Lama tibetano para transar con el invasor, simboliza más que otra cosa la unión y la cooperación de dos sistemas de tipo despótico. Nunca dejaría Pudovkin de ser fiel a su estilo, ya perpetuándose en la era sonora en las tres únicas películas que volvería a dirigir completamente solo: El Desertor (1933), Almirante Nikhanov (1947) y Zhukovsky (1950) (las demás serían co-dirigidas). 

   

País: URSS
Género: Drama histórico
Duración: 127 minutos
Director: Vsevolod Pudovkin (1893-1953)
Reparto: Valerii Inkijinoff (mongol), Igor Dedintsef (comandante británico), Alexander Chistyakov (líder ruso), F. Ivanov (el Lama), Viktor Tsoppi (estafador).

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