El realismo de Jean Renoir estuvo presente desde sus inicios: podrá ser un cuento de hadas, pero detrás de ello la crítica social es clara y patente...
El cuento de Hans Christian Andersen es llevado a la pantalla grande sin grandes cambios que alteren su contenido, pero sí de una forma que trasluce mucho más de lo plasmado en la obra literaria. La pequeña Karen representa en la obra de Renoir al individuo de la sociedad moderna que es ignorado y rechazado. Vemos de ese modo a la protagonista solitaria tratando de vender al menos una caja de fósforos en la noche de Navidad. Pero muchos siquiera se dignan mirarla. Un hombre guapo se fija en ella un momento, para después olvidarse totalmente y entrar a celebrar la cena navideña, costumbre tan lejana y ajena para la niña. Otro hombre se burla de ella sacando un pañuelo en vez del dinero que ella esperaba. Unos niños le arrojan bolos de nieve; la mujer de la casa sale averiguar qué ocurre, pero es del todo indiferente a la desesperación de Karen tratando de recoger su mercadería desperdigada. Solamente el policía, aburrido en su ronda de Navidad, departe un momento con ella, haciéndola fantasear unos minutos.
En suma, podrá tratarse de un escenario armado que representa un pueblo perdido del lejano norte, pero ello podría ocurrir realmente en cualquier provincia de la Francia de los años 20'. Y el director sabe manejar muy bien el juego de luces: éstas siempre salen de las ventanas, enfrentándose así la alegría de aquella gente que cuenta con un hogar y está en plena celebración, frente a la oscuridad y la pobreza de las calles. La blancura de la nieve (artificial), por su parte, parece confundirse con la del rostro de la niña, quizás porque ambas estén destinadas a mezclarse al final con la muerte de aquélla... o porque ambas constituyen aspectos "naturales" a los ojos de la sociedad. Una blancura que es asimismo señal de inocencia.
En la segunda parte asistimos al mágico sueño. Nos hallamos frente a un mundo de hadas en el que, lamentablemente para ella, la realidad se entromete, cada vez con más pujanza. Los muñecos que han cobrado tamaño humano asemejan más a zombies en una danza de la muerte, mientras que los animalitos y los soldados de madera se mueven y marchan sin hacerle caso... al igual que en la vida real. Todos menos el capitán, quien no es otro que el hombre guapo de antes. Es el único que le brinda afecto, la abraza, la protege, pero entonces irrumpe un húsar (el policía) que afirma ser la Muerte y que tiene una cita con Karen. Comienza la persecución por los cielos (montaje de sobreposición) hasta que su defensor cae y ella muere. Unas rosas blancas crecen sobre su pecho, una vez más el color que esta vez se transforma en la nieve donde yace la pequeña niña, realmente muerta y habiendo consumido todas las cerillas en su intento de abrigarse.
Fue ésta para muchos la mejor película muda de Jean Renoir. En ella desplegó su pasión por la literatura que tanto había alegrado su niñez, así como lo aprendido viendo los cortos de Chaplin cuando se hallaba en un hospital luego de haber sido herido en la pierna durante una acción de caballería en la Primera Guerra Mundial. Su esposa Catherine Hessling (la última modelo de su padre pintor), quien actuara en casi todas sus primeras películas, supo hacer un gran trabajo imitando diversos gestos del 'Charlot' trágico, con lo cual inmortalizó a la pequeña vendedora en esta obra de apenas 30 minutos. Una producción que en poco tiempo nos traslada a la infancia, pero sin dejar de mostrarnos una cruda realidad que no acabó ciertamente con el advenimiento del cine sonoro...
País: Francia
Duración: 30 minutos
Género: Fantasía
Director: Jean Renoir (1895-1959)
Reparto: Catherine Hessling (Karen), Jean Storm (joven/oficial), Manuel Raabi (policía/húsar), Amy Wells (muñeca bailarina).
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