A sólo dos semana del estreno de "El Cantante de Jazz", el genial director alemán Murnau firmó el testamento del cine mudo, una obra en la que el amor y el lirismo se confunden con la explotación sistemática de todos los artilugios que el cine de ese entonces era capaz de brindar...
En un pequeño pueblo de la costa norteamericana, vive en las afueras de un gran balneario una pareja de esposos en crisis. Al igual que en El último Hombre, los personajes carecen de nombres... porque después de todo, se trata de una historia universal innumerables veces repetida. El pequeño hijo no basta para reunir nuevamente a los padres. Peor aun, el arribo de una mujer solitaria de clase alta empeora las cosas: seduce al hombre y lo convence para dejar a su familia e irse con ella a la ciudad a saborear toda la "dulzura" de la misma. El esposo, totalmente voluble frente a la atractiva mujer, llega incluso a planificar el asesinato de su mujer ahogándola en el lago... pero a último momento se arrepiente y la deja escapar. Luego la persigue y la alcanza en la ciudad, donde se dan cuenta que continúan profundamente enamorados... y así lo van experimentando paso a paso, en un restaurante, una peluquería, un salón de baile... La partida de la mujer a la mañana siguiente y la definitiva reconciliación de la familia simboliza el nuevo amanecer, que casualmente parecería coincidir con el nacimiento de una nueva era en la historia del cine.
Instalado en Estados Unidos, Murnau se dispuso a crear la última de sus obras maestras, basándose en el simple argumento de la novela Viaje a Tilsit de Hermann Sudermann, pero esta vez propuesto a presentarnos todos los aspectos del amor empleando la luz, los primeros planos, los movimientos de cámara y las sobreimpresiones de forma magistral. La variedad de escenarios es otro punto a favor, pues tenemos dentro del ámbito rural la apacibilidad del interior de una cabaña, las aguas de una laguna y las estrellas de un campo solitario... mientras que por otro, vislumbramos todas las bondades y vicios de la ciudad: el tráfico vehicular y peatonal, las tiendas abarrotadas, los servicios siempre con el típico ajetreo estresante, y la estruendosa y dinámica vida nocturna. Esta última puede convertirse en fuente de perdición, como cuando el protagonista es tentado por la amante y en el cielo surgen escenas contrapuestas de toda una vida bohemia y vacía... pero también puede ser una fuente de felicidad, como cuando los dos esposos celebran con gran jolgorio el haberse reencontrado. Muchos críticos han distinguido en esta antítesis dos estilos de vida contemporáneos muy disimiles: la metrópolis de tipo norteamericano frente el apacible pueblo europeo... y ello quizás Murnau lo notaba claramente al contrastar su infancia con la etapa profesional que acaeciera siempre en una ciudad grande.
Definitivamente, Murnau utiliza unas técnicas muy avanzadas, cubriendo la ausencia de sonido con expresiones clarividentes y un manejo del movimiento de cámara que se adelanta a los años 20': tomas largas que intensifican cada momento, sobre todo cuando se trata de momentos de tensión. Así, tenemos por ejemplo el dilatado momento en el que la mujer misteriosa camina por las callecitas del balneario acercándose lentamente a la casa del esposo. O al final, en una tormenta filmada con todo detalle, la desesperación y la culpa por el intento de asesinato horas atrás, son los principales baluartes. El uso de la luz está muy bien manejado, lo mismo que la combinación de escenarios naturales con elementos construidos, en una rara mezcla de un expresionismo ya difunto y un realismo que afloraba cada vez con más poder. Un poder que se nota también en las tomas largas en primeros planes, donde la aparente pasividad de los dos amados juntos no es más que una proyección de su dinámico mundo interior luego de una jornada emocionalmente revolucionaria.
Grandes actuaciones, pero la que se lleva todas las palmas y efectivamente una estatuilla a la mejor actriz, fue Janet Gaynor, quien una vez más asume un papel de mujer sumisa, tal como ocurría en El Séptimo Cielo. Sin embargo, acá no es la mujer débil y maltratada por su hermana que es rescatada por un hombre y así adquiere fortaleza... acá es aparentemente débil, pero en el fondo demuestra una tenacidad para sobrellevar una relación que está a punto de derrumbarse y reponerse a partir del amor.
En el aspecto cinematográfico, Charles Rosher fue el artífice de otra de las estatuillas doradas que se llevara Amanecer en la primera entrega de premios de la Academia. Se había iniciado como camarógrafo nada menos que cubriendo la Revolución Mexicana y filmando al mismísimo Pancho Villa. Empero, fue con los largometrajes donde adquirió la fama, sobre todo siendo uno de los principales colaboradores de Mary Pickford, Durante esa etapa a inicios de los 20', contribuyó a Hollywood con notables avances técnicos y estilísticos, principalmente para los exteriores, el truco fotográfico y el enfoque profundo. Murnau ya se había fijado en su trabajo cuando produjera Fausto, y la ausencia del célebre Karl Freund determinó que para su estreno en California echara mano del genial Rosher.
Finalmente, la tercera estatuilla como mejor película artística, un escalafón sólo existente en la primera entrega, la puso para muchos encima de Wings. Poco importa ello. Amanecer constituyó el último gran galardón del cine mudo. Es cierto que el cine sonoro tardaría aún dos años para imponerse a su predecesor y que durante ese tiempo todavía se produjeron películas de aquel tipo, varias de ellas muy buenas. No obstante, el Amanecer de Murnau explotó al máximo todas las virtudes de la era muda, como si se tratara de una despedida o un desafío a la nueva era que se iniciaba.
País: Estados Unidos
Director: F.W. Murnau (1888 - 1931)
Duración: 106 minutos
Género: Drama
Reparto: George O'Brien (Marido), Janet Gaynor (Esposa), Margaret Livingston (la mujer seductora), Bodil Rosing (mucama), J. Farrell Macdonald (fotógrafo).
Grandes actuaciones, pero la que se lleva todas las palmas y efectivamente una estatuilla a la mejor actriz, fue Janet Gaynor, quien una vez más asume un papel de mujer sumisa, tal como ocurría en El Séptimo Cielo. Sin embargo, acá no es la mujer débil y maltratada por su hermana que es rescatada por un hombre y así adquiere fortaleza... acá es aparentemente débil, pero en el fondo demuestra una tenacidad para sobrellevar una relación que está a punto de derrumbarse y reponerse a partir del amor.
En el aspecto cinematográfico, Charles Rosher fue el artífice de otra de las estatuillas doradas que se llevara Amanecer en la primera entrega de premios de la Academia. Se había iniciado como camarógrafo nada menos que cubriendo la Revolución Mexicana y filmando al mismísimo Pancho Villa. Empero, fue con los largometrajes donde adquirió la fama, sobre todo siendo uno de los principales colaboradores de Mary Pickford, Durante esa etapa a inicios de los 20', contribuyó a Hollywood con notables avances técnicos y estilísticos, principalmente para los exteriores, el truco fotográfico y el enfoque profundo. Murnau ya se había fijado en su trabajo cuando produjera Fausto, y la ausencia del célebre Karl Freund determinó que para su estreno en California echara mano del genial Rosher.
Finalmente, la tercera estatuilla como mejor película artística, un escalafón sólo existente en la primera entrega, la puso para muchos encima de Wings. Poco importa ello. Amanecer constituyó el último gran galardón del cine mudo. Es cierto que el cine sonoro tardaría aún dos años para imponerse a su predecesor y que durante ese tiempo todavía se produjeron películas de aquel tipo, varias de ellas muy buenas. No obstante, el Amanecer de Murnau explotó al máximo todas las virtudes de la era muda, como si se tratara de una despedida o un desafío a la nueva era que se iniciaba.
País: Estados Unidos
Director: F.W. Murnau (1888 - 1931)
Duración: 106 minutos
Género: Drama
Reparto: George O'Brien (Marido), Janet Gaynor (Esposa), Margaret Livingston (la mujer seductora), Bodil Rosing (mucama), J. Farrell Macdonald (fotógrafo).
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