14 de junio de 2012

EL HIJO DEL SHEIK (1926)

El impetuoso Sheik se acerca a la asustada bailarina. Sus ojos expresan ira, rencor, pero también un dolor profundo, el de haberse sentido engañado y despechado. Pero no está dispuesto a hacerle daño... simplemente se abre el traje y le enseña las cicatrices en su pecho carente de vello... la pregunta que surge es, ¿se lo muestra a ella o a la cámara? ¿Se trata de impresionar a su amada o a sus miles de fans sentadas ante la pantalla grande?

  

La secuela de El Sheik constituyó el puntillazo final (literalmente hablando) a la carrera de Rodolfo Valentino, quien diluyó toda duda respecto al papel que encarnaba el erotismo como su arma principal en el actuar. No es el galán que seduce a una mujer con flores o bellos poemas, con un cortejeo más propio de los días de Shakespeare o del romanticismo europeo del siglo XIX. Su dureza y masculinidad cruda representan las bazas de su triunfo, pero más que nada porque a través de diversos gestos y movimientos de ojos, manifiesta que sus verdaderos sentimientos son nobles y sinceros.
La historia no difiere demasiado de la precuela. El hijo del Sheik anterior (Ahmed) se parece a su padre de joven y se enamora de Yasmín, la joven bailarina que es explotada por su renegado padre francés, convertido en el líder de una banda de salteadores. En cierta ocasión Ahmed cae en una trampa y es capturado por los bandidos, quienes lo engañan asegurándole que fue la misma joven la que tramó todo. Ya libre y ansioso de vengarse, rapta a Yasmín y la somete a todo tipo de vejaciones psicológicas, pero más adelante, cuando por recomendación de su padre le permite marcharse, se entera por su criado Ramadán que todo fue una artimaña de los ladrones. Así, se dirige raudo a un café, en donde encuentra a la joven en una de las escenas más renombradas, una danza árabe con indudable influencia de la cultura norteamericana de los años 20'. Arranca entonces una lucha que sólo se inclina a favor de Ahmed cuando su padre y compañeros van a socorrerlo. A partir de allí, el final feliz es inevitable.
El desarrollo de la historia se asemeja más a un western en donde los actores pretenden comportarse como árabes, pero los resultados en este aspecto son pobres. Más allá que se haya rodado en el desierto de Arizona, es la secuencia del café en donde no podemos dejar de sentirnos en uno de esos bares del Oeste, donde finalmente se desata una gresca en la que las pistolas son reemplazadas por sables. La llegada del Sheik podría tranquilamente compararse con los famosos rescates de "caballería" pertenecientes a las aventuras de cow boys. Sin embargo, la historia de amor tiene todos las características de un cuento extraído de las Mil y Una Noches. Es justamente ello lo que marca la diferencia: esos desgarros emocionales en cuestiones románticas difícilmente las hallamos en un western.
Otra cuestión interesante es la contraposición padre-hijo. Ambos encarnados por el mismo Valentino y mostrados a través de la técnica de pantalla dividida, lo original es que el director no pretendía que fueran percibidos como dos personajes distintos. En realidad, basta echar una ojeada a la primera película para que uno se percate que simplemente se ha traslapado al protagonista anterior al segundo filme... como si simplemente viéramos un reflejo. Quizás la moraleja sea que es al final la prudencia y la templanza las que se imponen. Por otro lado, debe resaltarse una anécdota: la actriz Agnes Ayres, que había representado a la "amada" de la primera obra, ya se había retirado en 1925 y sólo la insistencia de Valentino la hizo aceptar una breve aparición en El Hijo del Sheik. Ello agregaría más dramatismo a la aventura.
De todas maneras, si la producción tuvo un final feliz, no lo fue la post-producción. Realizando un tour de promoción de la película, Valentino sufrió un desmayo y tuvo que ser internado; pronto se evidenció que sufría de peritonitis. Su salud se agravó y la noticia recorrió rápidamente todo el país. Más de 2000 aficionados se reunieron en las afueras del Policlínico de Nueva York e incluso se registraron dos casos de suicidio. El actor reaccionó en las primeras horas del 23 de agosto de 1926, llegando a conversar con los médicos respecto a su futuro, pero casi de inmediato cayó en coma y murió unas horas más tarde. Más de 10,000 personas asistieron a su funeral.

  

País: Estados Unidos
Duración: 68 minutos
Género: Aventura
Director: George Fitzmaurice
Actores: Rodolfo Valentino (Sheik/Ahmed), Vilma Banky (Yasmín), George Fawcett (André), Montagu Love (Ghabah), Karl Dane (Ramadán), Agnes Ayres (Diana, esposa del Sheik).

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