27 de marzo de 2012

BAJO LA MÁSCARA DEL PLACER (1925)

Con Pabst, el cine alemán entra definitivamente en el realismo, que se convierte en el elemento más llamativo de la primera de sus grandes obras…


           

El realismo estuvo presente en Varieté, pero era el juego de cámaras lo que preponderaba. En esta película, toda la acción gira alrededor de la mísera situación en la que vivía la sociedad alemana, pero en especial, presenta la decadencia económica y moral de la burguesía, más que la del pueblo llano. Los protagonistas son ex hombres y mujeres adinerados que hacen lo que sean para salvar la situación en una Viena azotada por la crisis inflacionaria y de desempleo de la postguerra. Vemos a dos actrices extravagantes de la era muda, nada menos que Asta Nielsen y Greta Garbo, hacer el rol de mujeres de familias respetables que tienen que prostituirse para mantener la economía familiar; junto a ellas, Elsa, que si pertenece a una familia humilde cuyo esposo se encuentra discapacitado desde la guerra (y no puede encontrar trabajo), se suma al grupo rompiendo con cualquier muro social que pudiera existir. El director Pabst es claro en su mensaje: en 1925, las diferencias sociales en Europa central se redujeron, aunque eso sí, hacia abajo.
Hijo de un funcionario ferroviario, Georg Pabst abandonó los estudios técnicos para dedicarse a la interpretación teatral hasta que finaizó la guerra. Luego se unio a Carl Fröhlich para fundar una productora, debutando entonces como director absoluto en 1923 con una obra menor: Der Schatz. No tuvo mucha notoriedad, pero le sirvió de aprendizaje para lanzar al mercado una gran producción en la que exteriorizó sin tapujos la sociedad vienesa de la época, la misma que no se diferenciaba mucho de la berlinesa y de otras urbes de Europa central. Muchas escenas en las que se esbozaba contenido sexual implícito, fueron mutiladas y no se llegarían a mostrar hasta mucho tiempo después. Pero en resumen, Pabst había cumplido con su meta: la denominada corriente “Nueva Objetividad” estaba presente en diversos aspectos de la obra, aunque se debe reconocer que la influencia expresionista aún pervivía. Por un lado, los decorados en las calles estrechas, faroles doblados, puertas y ventanas angulares, así como la sensación de claustrofobia en las habitaciones, son reminiscencias de la vieja tendencia; ello queda patente por el hecho que incluso los exteriores fueron rodados en los estudios de Berlín. La iluminación, en especial en las calles, nos hace recordar aún en parte al Dr Caligari y a Die Strasse. Es entonces en los personajes y en todo lo que hacen donde se hayan firmemente impregnadas las diferencias.
No se trata solamente de la trama en general lo que manifiesta la realidad germánica, sino la fuerza que se percibe en los actores en cada momento. Tanto en la calle donde se plasman esas colas interminables durante la madrugada para comprar la carne, como en los bares y palacetes en los que transcurre la vida trivial y vacía de los decadentes burgueses, es palpable la desesperación de todos: en la fila, los empujones por coger aunque sea un trozo de carne dicen mucho más que cualquier diálogo; cuando la policía aparece dispuesta a efectuar una redada, los rostros de consternación y desmoralización de la gente ya no expresan emociones indiviuales, sino de todo un grupo social. En los locales nocturnos, los flirteos aparentemente por placer, tienen un fin mucho más palmario: el obtener algún beneficio económico de la pareja. La prostitución, entonces, se encuentra presente en todas partes, ya sea de forma directa en la vivienda del carnicero, o más solapadamente a través de la casa de citas que administra la Sra. Regina (Agnes Esterhazy). El personaje de María, encarnado por la genial Asta Nielsen (una actuación insuperable), es el más realista de todos, al sucumbir, precisamente por la necesidad, a la tentación del homicidio cuando se percata que todo lo ha perdido. Quizás el único personaje que no cuadra con el realismo es precisamente el carnicero (con su enorme perro), nada menos que interpretado por Werner Krauss, el mismo que hiciera de Dr Caligari. Sus caracteres casi monstruosos forman parte netamente del expresionismo y es totalmente irreal, pero resumía los miedos de toda la población. Greta Garbo también maneja al inicio un personaje muy real, la mujer que debe apoyar a su padre, el ex concejero municipal, quien se encuentra casi en quiebra. Sin embargo, en la parte final Pabst se deja llevar por el melodrama y le confiere un final feliz, al terminar comprometida con el teniente americano.
No se trata de una súper producción, pero sí de la llave que abrió la puerta a nuevos movimientos artísticos en la Alemania de la República de Weimar. Asimismo, significó el gran salto de Garbo rumbo a Hollywood, en donde le esperaban éxitos insospechados. Lo mismo ocurrió con Pabst, si bien él no tuvo necesidad de marcharse a California. El tenue aceleramiento de la economía alemana le permitió financiar realizaciones de trascendencia, como Secretos de un alma (1926) y la más celebre Caja de Pandora (1928). 

   

Ficha:
Duración: 125 minutos 
País: Alemania
Género: Drama
Director: Georg Wilhelm Pabst (1885 – 1967)
Reparto: Asta Nielsen (Maria Lechner), Greta Garbo (Grete Rumfort), Werner Krauss (Carnicero), Jaro Fürth (Concejero Rumfort), Agnes Esterhazy (Regina Rosenow), Einar Hanson (teniente Davy), Henry Stuart (Egon Stirner), Hertha von Walther (Elsa).

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