24 de febrero de 2012

EL FANTASMA DE LA ÓPERA (1925)

“Debajo de sus pies danzantes se encuentran las tumbas de hombres torturados”


File:The Phantom of the Opera (1925 film).jpg         

La frase célebre del Fantasma de la Ópera la noche de la mascarada, la velada en la que tiene la oportunidad de mezclarse con los demás, con una máscara al igual que todos. Y es en ese momento en el que nos percatamos que no existe mucha diferencia entre aquel asesino prófugo y condenado a la soledad por tener un rostro extraño y deforme, y la multitud que lo rodea, frívola y superficial, divirtiéndose en un lugar donde pocos años antes habían funcionado unas mazmorras durante la Comuna de París de 1871. ¿Quién es realmente el Fantasma? ¿Aquél que se esconde en las profundidades de la Ópera… o todos aquellos que esconden su verdadera personalidad por medio de banalidades?
La novela de Gastón Leroux sirvió de marco a una de las mejores películas de la era muda. Tuvo tanto éxito en todos los aspectos, que en 1929 se llevó a cabo una refracción con añadidos de colores e inclusive, con la inclusión de algunas escenas sonoras, ya en una época de cambio tecnológico en el cine. La trama es para muchos ya conocida. En la Ópera de París vive un ser misterioso en las profundidades, que amedrenta a los concurrentes y siempre pánico en los vestuarios. Hay un agente de la policía que lo investiga y conjetura con razón que se trata de un asesino prófugo. Sin embargo, el criminal es muy cauteloso, pero la prudencia la perderá al enamorarse obsesivamente de la actriz Christine; ésta, ambiciosa e inmadura, se deja seducir por su voz y sus promesas, pero al descubrir el rostro deforme y monstruoso que se esconde tras la máscara (en la escena de mayor suspenso de toda la película), entrará en pánico y todos los planes del Fantasma se irán al traste. Raoul, el otro enamorado de Christine, seguirá las huellas de su amada en compañía del agente policial, penetrando en un mundo lúgubre y macabro, del cual está a punto de no salir vivo. Finalmente, llega el desenlace cuando una multitud obliga a Erik (el verdadero nombre del malhechor) a salir de su escondite, hasta darle muerte frente al Sena. Paralelamente, Raoul salva a Christine en las calles.
La obra de Rupert Julian contiene diversas facetas, más allá de la simple historia de suspenso y terror. De algún modo, tenemos dos mundos que se yuxtaponen en la Ópera, la cual a su vez se ve claramente dividida. A simple vista, tenemos el entorno familiar y seguro, donde la gente se divierte y da rienda suelta a sus pasiones, disfrutando de buena música y alegres veladas, con empresarios ávidos de lucro y jóvenes sedientos de placer. El otro ambiente es aparentemente todo lo contrario: frío, oscuro, tétrico, sombrío, laberíntico, aterrorizante… donde se esconde la muerte y la maldad en medio de paredes medievales; incluso en algún momento se asemeja al río que conduce al Infierno y Erik llega a hacer el rol de Caronte, cuando transporta a su amada en una barca rumbo a su casa, un hogar lleno de trampas mortales para todos los aventureros. Sin embargo, una mirada más profunda a todo ello da a entender que es el mundo subterráneo el reflejo real del de arriba, en donde la superficialidad y la hipocresía imperan. Muy interesante es el hecho que Christine penetra en el universo inferior a través de un espejo, al igual que Alicia en el País de las Maravillas. Claro está que el ámbito del Fantasma sólo corresponde a un trozo de la tierra fantástica de Alicia, pero lo importante acá es que de alguna forma, la joven soprano encuentra en las profundidades de los dominios del Fantasma, la respuesta a la soledad y banalidad que rodea su vida… y lo mismo puede afirmarse de Raoul. Así, como la protagonista de la obra de Lewis Carroll, han aclarado el camino de su futuro.
Pero los rasgos filosóficos y psicológicos no son lo único en esta gran producción. Hay escenas memorables, como aquélla en la que Erik espía a Christine en los tejados de la Ópera, sujeto a una de las cúpulas con la Luna, las estrellas y un París nocturno como marco de fondo. En la mascarada, el fuerte color rojo que se le asigna al disfraz del Fantasma produce un dramatismo insospechado. Las sombras danzantes en los muros y las estatuas de los dominios de Erik producen una sensación especial con relación a los verdaderos límites entre la vida y la muerte… después de todo, tampoco existe una frontera exacta entre el ambiente subterráneo y el que está abierto al público. Finalmente, la mención de los hombres torturados constituye una alusión a todos los hombres torturados y ejecutados en las mazmorras que se crearon en este recinto durante la última revolución francesa, en 1871; se trata de otra cita a la superficialidad que no sólo aquejaba a la Francia de fines del siglo XIX, sino a la Norteamérica de la primera postguerra.
Referencias aparte, la actuación de Lon Chaney es una vez más genial, quedando además como anécdota el hecho que el director prohibió en todos los trailers que se mostrara el rostro del protagonista, con el fin de brindarle un mayor suspenso a la obra. Una medida que tuvo éxito, pues terminó siendo una de las películas más taquilleras de la era muda. 

  

Duración: 107 minutos 
País: Estados Unidos
Género: Terror / drama
Director: Rupert Julian (1879 – 1943)
Reparto: Lon Chaney (el fantasma), Mary Philbin (Christine), Norman Kerry (Raoul), Arthur Carewe (Ledoux), Gibson Gowland (Simon Buquet).

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