31 de enero de 2012

LAS MANOS DE ORLAC (1924)

¿Pueden las manos dominar a la mente, al corazón?

      

Se produce un choque de trenes. El famoso pianista Paul Orlac se encontraba allí y ha sufrido una terrible pérdida: las manos que tanto adora y necesita para cumplir su pasión. Su mujer Yvonne está decidida a todo y le ruega a los médicos que hagan todo lo posible para salvar esas manos, por lo que ellos realizan un trasplante, colocándole las de un recién ejecutado ladrón y asesino. Cuando se entera, el pianista comienza a ser torturado por ataques de pánico, miedos irracionales y temores a dañar todo lo que toca, desde el piano hasta su esposa. Objetos extraños y cartas amenazantes aparecen en su casa, lo cual acrecienta su creencia de haberse convertido en una persona predispuesta a matar. Todo se complica cuando su padre es asesinado y supuestas pistas conducen a que fueron sus manos las autoras del crimen… pero al final todo se resolverá.
Robert Wiene renuncia en esta ocasión al típico expresionismo denotado en El Gabinete del Dr Caligari, fijándose poco o casi nada en los decorados y el maquillaje. Lo único que en este sentido se rescata parcialmente del filme anterior es el tema de la iluminación, que generalmente se ve centrada en el personaje principal de la toma, a fin de resaltar sus rasgos, sus emociones y su tragedia solitaria en medio de una aparente oscuridad. La austeridad de los interiores favorece considerablemente a esta cuestión, porque incrementa la soledad de los personajes… en fin, es precisamente en ellos y en sus tragedias o alegrías en los que se concentra en esta ocasión el director. Y sobre todo, son las manos las que se convierten en el principal protagonista de la obra, incluso por encima de quien las lleva consigo, el pianista encarnado por el genial Conrad Veidt, quien ya se acercaba a la cúspide de su carrera.
Las manos son fuente de inspiración para plasmar el arte musical, son fuente de expresión de ternura del esposo para con su esposa, pero a la vez son fuente de temor y terror por tratarse de algo que no le pertenece. De este modo, Wiene aborda el tema psicológico que tan de moda se hallaba en sus tiempos: el Hombre es capaz de verse afectado negativamente por un elemento netamente material que en su mente lo convierte en algo traumático. Las dudas torturan a Orlac, tanto despierto como dormido; quiere a toda costa averiguar las incidencias acerca de la ejecución de aquel criminal y él solo se perjudica haciéndose la idea que es incapaz de tocar nuevamente el piano, que su grafía está cambiando sola o que si acaricia a su mujer le producirá algún daño. Espeluznante y a la vez radiante es la escena en la que vemos a Veidt (en su mejor actuación de la película) entrando como un sonámbulo en la sala de su casa, con los brazos alzados horizontalmente… y las manos que aparentemente lo están jalando y obligando a desviarse del piano. Es quizás en este punto en el que Wiene quiso equiparar a Orlac con el Cesare del Dr Caligari con mayor énfasis; ambos manipulados por el miedo y obligados por una fuerza que ellos mismos han creado, a cometer actos de los cuales están destinados a arrepentirse, si bien el sino del pianista es más reconfortante.
Otro punto substancial que se discute inherentemente en esta obra es el de los trasplantes, una cirugía que en aquellos tiempos se encontraba en pañales y que recién se experimentaba con animales. Era lógico entonces que se tejieran mitos e historias de terror referentes a las posibles consecuencias que entrañaría este tipo de operaciones; no tardarían en surgir cuantiosos temas literarios y cinematográficos que hicieran referencia a los peligros ficticios que la gente comenzaba a imaginarse.
En fin, con estos dos temas y la magnífica actuación de Veidt (el resto del reparto no se queda atrás, en especial Alexandra Sonna y Fritz Kortner, quien con un trascendental acervo teatral ya se perfilaba como un gran actor en la pantalla grande), Wiene ensambla lo que sería uno de los pilares del thriller psicológico, alcanzando cotas muy vanguardistas para la época, las mismas que serían explotadas más adelante con Hitchcock, Stanley Kubrick, Martin Scorsese, David Lynch y Roman Polanski, entre otros. En esta ocasión son las manos, pero en otras hasta los artefactos más triviales son capaces de trastornar por completo la capacidad mental y emocional de los seres humanos. La atmósfera fantasmagórica la veremos repetirse igualmente, siempre con agregados de iluminación especial, en los que la tecnología moderna ha ayudado bastante. Pero nadie le quita a este fil esa fantasía propia de sus días y con su naturaleza expresionista, eso sí, ya algo superada a mediados de la década.

   film_stills: Orlacs Hände (The Hands of Orlac), 1924

Duración: 110 minutos 
País: Austria
Género: Thriller psicológico
Director: Robert Wiene (1873 – 1938)
Reparto: Conrad Veidt (Paul Orlac), Alexandra Sonna (Yvonne Orlac), Fritz Kortner (Nera), Carmen Castellieri (Regine), Fritz Strassny (padre de Orlac).

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