3 de enero de 2012

EL NAVEGANTE (1924)

- ¿Te casarías conmigo?
- ¿No crees que éste no es el lugar adecuado para esa pregunta?

          

Buster Keaton, a diferencia de sus colegas cómicos Charles Chaplin y Harold Lloyd, era capaz de asumir el rol de múltiples personajes, incluso el de un joven millonario. Claro está, no se trataba del magnate que conoce a todo el mundo, manipula a quien le da la gana y gasta en lo que quiere. Por el contrario, es el joven tímido y mimado que no encuentra satisfacción en sus riquezas, a pesar que las utiliza patéticamente en algunos casos (le pide a su chofer que lo traslade solo una cuadra), pero que está perdidamente enamorada de su vecina, la joven Betsy O’Brien, hija de un importante agente de espionaje durante la Primera Guerra Mundial, y tan engreída como su pretendiente. Naturalmente, ella también está enamorada, pero no acepta el matrimonio creyendo que debe ser cortejada con más asiduidad; en cambio, él se niega a insistir por razones similares. Entonces… ¿qué mejor manera de unirlos en una aventura totalmente insólita, en un navío perdido en alta mar, sin tripulación y a merced de barcos de guerra y de los caníbales? Pues bien, ¡si quieren ser felices, que aprendan todo lo que no aprendieron durante toda su vida!
Vemos entonces a Keaton y a la magnífica Kathryn McGuire ingeniándoselas de mil maneras para sobrevivir en un inmenso navío al que han llegado a parar por circunstancias diversas (el engreimiento de él en querer embarcar la noche anterior para no despertar temprano y la imprudencia de ella al querer socorrer a su padre espía). La película se caracteriza por la genial utilización de recursos visuales para la generación de escenas muy divertidas, como por ejemplo cuando los enamorados se despiertan en el barco vacío, perciben que hay alguien allí, pero son incapaces de encontrarse mientras suben y bajan, corren de un lado a otro, porque siempre uno toma el camino contrario al otro. Otra escena notable es cuando vemos al protagonista remolcando con un botecito a todo el trasatlántico: la cámara, que primero lo enfoca a él remando trabajosamente, pasa entonces a un plano más amplio para mostrarnos la diferencia de las dimensiones entre ambas embarcaciones. La secuencia submarina fue sumamente costosa y se filmó en el lago Tahoe, con varias tomas porque Keaton sólo podía estar unos cuantos minutos bajo el agua debido a que el rodaje se efectuó en invierno (hoy en día cualquier actor principal sería reemplazado por un doble en una circunstancia similar). Problemas hubo también con el camarógrafo, sentado en una campana de buzo construida especialmente para la ocasión (el hombre estaba pertrechado como si estuviera en el Ártico). Toda una proeza, pero que vale la pena para observar a Keaton caminando graciosamente en el fondo del mar (o del lago), usando a una langosta como herramienta y a un pez espada para enfrentar a otro pez espada, y finalmente emerger y espantar a todos los caníbales que lo confunden con una deidad.
El clímax se alcanza con la clásica “persecución”, herencia total del cine de Griffith. Los caníbales, habiendo descubierto que el buzo es un ser humano común y corriente, se lanzan al ataque dispuestos a invadir el navío a como fuere. Allí aparece la gran perspicacia del protagonista, quien también con mucha suerte logra burlar a todos los atacantes (incluyendo con un cañoncito disparador de bengalas). Finalmente, un submarino surge de las aguas repentinamente para dar por concluida la última escena del filme, que eso sí, no tiene un final tan significativo como el de Sherlock Jr. En realidad, parecería que el objetivo de la dirección fue explotar a fondo los recursos visuales, y no tanto plasmar efectos artificiales, como suele ocurrir en la producción anterior. Muchos han considerado asimismo que existía una obsesión del director por las máquinas, lo que alcanzaría su punto álgido en La General (1926), pero ello puede ser sólo un factor. La gran moraleja es que el verdadero amor, el maduro, nace en ellos cuando se ven forzados a aprender a cocinar, acomodarse y muchas otras cosas más en un ambiente claramente desfavorable.
Un aspecto interesante de esta obra fue su éxito comercial, al recaudar nada menos que US$ 2 millones, frente a los US$ 210,000 que se invirtieron en ella. El navío no le costó un centavo: se trataba del trasatlántico Buford, usado como transporte de tropas durante la guerra y para deportar gente durante los movimientos anarquistas de 1919 y 1920; su amigo Fred Gabouri lo halló abandonado y se lo regaló, con lo cual el ahorro conseguido fue notable. Otra anécdota concernió al co-director Donald Crisp, originalmente contratado para ocuparse de las escenas dramáticas, pero que cuando quiso intervenir también en las cómicas, fue prácticamente relegado del todo. Empero, Keaton decidió incluirlo indirectamente: una fotografía suya se encuentra en el camarote de Betsy, quien asustada por la amarga expresión del hombre, decide retirarla de su habitación. Sin embargo, por diversos avatares del destino esta imagen termina balanceándose frente a la ventanilla del camarote de Keaton, quien espantado, cree que alguien ha irrumpido en el barco… ¿sería alguna coincidencia con la producción? 

                      

Ficha:
Duración: 59 minutos 
País: Estados Unidos
Género: Comedia
Director: Buster Keaton (1895 – 1966) y Donald Crisp (1882 – 1974)
Reparto: Buster Keaton (Rollo Treadway), Kathryn McGuire (Betsy), Frederick Vroom (John O’Brien), Noble Johnson (jefe caníbal).

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