24 de enero de 2012

EL LADRÓN DE BAGDAD (1924)

Más que un viaje a través del tiempo, se trata de un trayecto hacia el mundo de la fantasía… El Señor de los Anillos, Narnia y Harry Potter deben agradecer considerablemente a El Ladrón de Bagdad, pionera de los largometrajes de aventura y épica…

File:The Thief of Bagdad (1924) - film poster.jpg    

Si Douglas Fairbanks saltó a la fama en los años 1910’ y se graduó con Los Tres Mosqueteros y La Marca del Zorro, con El Ladrón de Bagdad alcanzó el punto álgido de su carrera como actor y acróbata. Su cuerpo ligero y sus piruetas brindan un dinamismo a una película que ciertamente parece un reflejo de uno de los muchos cuentos de hadas de Las Mil y una Noches. La trama no es nada espectacular: tenemos a un ladrón que se burla de todos hasta que cae perdidamente enamorado de la princesa, produciéndose entonces un cambio fundamental en su vida, que lo conduce a desiertos y montañas lejanas en las cuales vive las aventuras más fantásticas, donde no faltan genios, talismanes, amuletos, manzanas que resucitan, cristales que permiten ver el futuro, alfombras voladoras, caballos con alas, dragones, brujas, ejércitos que aparecen de la nada, sogas que se endurecen y sirven de escala… Naturalmente, al final él resulta vencedor y se impone sobre el clásico villano, en este caso representado por el príncipe mongol y su espía en la corte del Califa, la magnífica cortesana encarnada por May Wong, una de las primeras actrices orientales en hacerse un lugar en Hollywood.
El rostro de pícaro y bribón que nos muestra Fairbanks en todo momento es suficiente para enamorar a todo el público, más allá de la versatilidad de este gran actor en hacer el rol de un ladrón, un príncipe que no es príncipe y un aventurero que debe convertirse realmente en un príncipe. Y a pesar de todos estos papeles, nunca llega a perder ese karma que lo caracteriza desde el inicio, el de socarrón muy astuto que siempre se sale con la suya. Los extraordinarios efectos especiales de Hampton del Ruth colaboran bastante, sobre todo porque al producirse con tanta rapidez y en medio de una acción conmovedora y atrayente, no dan tiempo al espectador para evaluar si se trata de un truco y de cómo se ha efectuado. Todo lo que pasa se acepta como tal… y en ello el director Raoul Walsh resulta genial porque nos sumerge de lleno en el mundo quimérico procedente de los cuentos árabes y persas. Los escenarios que conforman Bagdad están magníficamente trabajados, pero no para que parezcan reales, sino precisamente para evocar una ficción y provocar un romanticismo que sólo se puede percibir en los cuentos de hadas. Sabemos que nos encontramos en espacios cerrados, mas en ningún momento nos invade la claustrofobia… y ni siquiera llegamos a añorar los exteriores, los cuales son tratados de forma algo tangencial, pero con la importancia que merecen (es inolvidable el monte con el palacio de la Luna en lo alto, enturbiado por una ligera niebla que lo hace más exótico aun).
En suma, el contenido de esta película no es justamente lo mejor, pero entre la actuación de Fairbanks, los decorados, los efectos especiales y el vestuario (que también cumple su misión de inspirarse en la literatura, antes que en la Historia), las sensaciones que se producen cumplen con el objetivo que se trazó Walsh en el inicio de su carrera como director. Antes de ello, se había dedicado a la actuación, que comenzó en un teatro de Nueva York en 1909. Ya en ese entonces era amigo de los Barrymoore, quienes pudieron contactarlo con Griffith para que se convirtiera en su asistente en 1914 y participara nada menos que en el primer largo de este director, La vida de Pancho Villa, rodada en México y en la que el caudillo azteca se representó a sí mismo, con Walsh haciendo el papel de un Villa joven. Posteriormente actuó en Regeneration y de allí alcanzó la fama con uno de los papeles protagónicos en El Nacimiento de una Nación (1915). A comienzos de los 1920’ arrancó su larga y exitosa carrera de director, a la que seguramente aludiremos nuevamente en este blog.


           

Duración: 140 minutos 
País: Estados Unidos
Género: Aventura
Director: Raoul Walsh (1887 – 1980)
Reparto: Douglas Fairbanks (ladrón, príncipe), Snitz Edwards (ayudante del ladrón), Julianne Johnston (princesa), Sojin (príncipe mongol), Charles Belcher (hombre santo), Anna May Wong (esclava mongola), Brandon Hurst (Califa).

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