12 de diciembre de 2011

LA ROUE (1923)

El mundo oscuro de las locomotoras agobia a personajes y espectadores… el mundo blanco de las nieves alpinas, casualmente también provoca la misma sensación… ¿se trata de la soledad o de la liberación?

File:La roue.jpg   

Abel Gance nació en París en 1889, hijo ilegítimo de un próspero médico y una trabajadora obrera, que debió ser criado por sus abuelos en el centro del país hasta su retorno a la capital y reunión con su madre, quien para ese entonces se había casado con el mecánico Adolphe Gance, de quien Abel tomó definitivamente el apellido. Su vida escolar no fue nada exitosa, a pesar de sus invenciones posteriores. Tuvo que abandonar el colegio a los 14, pero su pasión por el arte y la literatura lo proveyó de una educación autodidáctica respetable, lo que le permitió trabajar inicialmente como abogado, hasta que finalmente ingresó al teatro. A los 18 años se mudó a Bruselas, en donde comenzó a escribir sus primeros guiones cinematográficos. De regreso a París, actuó en su primera película en 1909, Molière, pero no le fue muy bien hasta que junto a unos amigos, fundó una productora y pudo comenzar a dirigir sus primeros filmes en 1911; La Digue fue el primero de ellos. El éxito no le sonrió una vez más, decidiendo retornar a sus trabajos teatrales, los cuales se vieron interrumpidos con el estallido de la guerra, por lo que prefirió inclinarse una vez más por el séptimo arte. Ya para ese entonces decidió copiar las técnicas de montaje empleadas por Griffith, así como los primeros planos y otras innovaciones de la época. En cuanto a la temática, hasta aquel momento se había fijado básicamente en tramas individuales y familiares, pero a partir de 1917 su interés se centró en los dramas sociales. La Dixiéme symphonie (1918) es una obra genial en la que un compositor imprime todos sus sufrimientos en su obra de arte, mientras que en J’accuse! Se percibe una dura crítica contra los abusos de la Gran Guerra. Fue allí cuando su fama adquirió cariz mundial, puesto que se le invitó a exponer la obra en Estados Unidos, a una premier a la que asistieron Griffith y las hermanas Lish.
De regreso a Francia, Gance se dirigió a Niza e inició su trabajo en su nuevo proyecto, la célebre La Roue, cuyo rodaje le tomó desde fines de 1919 hasta 1922, pero que no sería proyectada sino un año después. Fue una labor lenta, tomando en cuenta que su compañero Ida Danis estaba muriendo de tuberculosis, al tiempo que las enfermedades afectaban al protagonista Severin Mars. De todos modos, con 32 bobinas, resultó ser una obra monumental cargada de realismo e impresionismo.
La historia es aparentemente simple. El maquinista Sisif es partícipe de un accidente de trenes, que en última instancia él evita que sea peor. Durante la tragedia, encuentra a una niña pequeña que ha quedado huérfana y decide adoptarla para que le brinde compañía a su hijo Elie, cuya madre muriera al momento del parto. Con el tiempo, empero, Sisif se termina enamorando de su hijastra (Norma), mientras que Elie (un fabricante de violines) también cobra un afecto especial por ella, aunque él lo confunde con amor fraternal. La frustración de Sisif se va notando palmariamente en su aburrimiento laboral, sus borracheras, sus broncas con sus colegas maquinistas, etc., mientras repara que la pobreza está arruinando a su familia. Comete el error de confesarle la verdad a Hersan, el empresario que se halla obsesionado con Norma, y para que el secreto se guarde permite que este hombre se la lleve como esposa. Ella, a pesar de no estar enamorada, asiente porque sabe que constituye una carga económica para su “padre”. Lamentablemente, la frustración de Sisif va en aumento, sobre todo cuando queda medio ciego por un accidente y poco tiempo después es responsable de un incidente que le cuesta el despido y el traslado a un puerto alpino allende al Mont Blanc para conducir un funicular. Elie también se lamenta, especialmente porque ya ha descubierto la verdad oculta y ya puede comprender el amor por Norma. La segunda parte de la película ocurre en paisajes de alturas, bosques y nieve. Aprovechando una estancia de Norma y Hersan en los Alpes, Elie trata de acercarse a ella escribiéndole un poema de amor que esconde en un violín, pero el marido lo descubre; ambos pelean y mueren. Sisif queda en la más completa soledad, pero pronto será amparado por la viuda y arruinada Norma, quien lo acompaña hasta el final de su vida, totalmente ciego… pero ya no más solo.
Lo interesante de todo este argumento es la forma como Gance nos lo revela. Por un lado, tenemos los aspectos técnicos novedosos, como la utilización de una cámara en mano y las elaboradas técnicas de edición. Ciertamente algunas escenas parecen muy lentas, pero sirven para que advirtamos precisamente la vida lánguida de todas estas personas. Casualmente, son las escenas de Elie, quien sueña con ser un gran vendedor de violines, las que suelen avanzar más rápido, salvo en aquellos momentos en los que el personaje siente la misma desazón que su padre y “hermana”. La imaginación también está presente a lo largo de la película, más como sueños dentro de una realidad agobiante y dolorosa: Norma imaginándose una graciosa cena con su mascota, la cabra, como una de los comensales; Elie se llega a alucinar siendo un creador de violines en los días barrocos del siglo XVII… e incluso jugando a ser el esposo de Norma, de quien se sabe enamorado, pero no puede comprender dicho sentimiento.
Pero probablemente lo más saltante es la idea de soledad que el director pretende enseñarnos. Primeramente, todo ocurre en un entorno claustrofóbico rodeado de los oscuros trenes… la misma casa de Sisif se encuentra rodeada de vías férreas y su rostro se encuentra casi siempre oscuro debido al hollín. Los sueños de sus dos “hijos” son las vías de escape, mientras que el protagonista tiene muy aferrada en la mente el concepto de que la vida es una rueda que no deja de girar y que no hay mucho más por hacer. Él está rodeado de trabajadores, colegas, oficinistas, máquinas que son prueba de la civilización moderna, pero la soledad está allí, siempre latente. Una soledad que cambia de rostro, pero no de esencia, en los maravillosos paisajes alpinos, en donde la fotografía es simplemente alucinante. Allí Sisif se encuentra en la soledad tradicional, viviendo en una apartada casucha en lo alto de una colina, alejado de la civilización, del mundo en general. Y a pesar de esa lejanía, nuevas desgracias lo persiguen, hasta que ya retirado y prácticamente ciego, reaparece la mujer que él mismo había convertido en su condena. Pero esta vez la acepta tal como siempre había sido, como una hija (que aún ignora la verdad). En la escena final, poco antes de fallecer, permite que Norma se marche a celebrar una fiesta tradicional con la gente del lugar, quienes precisamente bailan a lo largo de un círculo que asemeja una rueda. Sisif sólo sabe de ella a partir de la descripción de su hijastra, pero se la imagina subiendo por los nevados, con la gente feliz danzando… Sólo entonces descubre que aquella rueda de la vida puede moverse, y esa percepción de liberación lo deja morir en paz.
Una gran actuación de un hombre que murió a los pocos meses de terminada la filmación, lo mismo que de la inglesa Ivy Close, quien colaboró muy estrechamente con Gance. Éste cumple con el papel de transimitir a la audiencia las impresiones de sus tres personajes más importantes, abstrayéndonos del mundo de la máquina y de la naturaleza, para concentrarnos en las emociones, expectativas y pensamientos de ellos. El entorno está allí, pero lejos de parecer algo ajeno (con excepción de esas contadas escenas en las que vemos a la aristocracia divirtiéndose), nos hace pensar que existe una especie de fusión. Al fin y al cabo, todos forman parte de una rueda…

            

Ficha:
Duración: 273 minutos 
País: Francia
Género: Drama
Director: Abel Gance (1889 – 1981)
Reparto: Severin Mars (Sisif), Ivy Close (Norma), Gabriel de Gravone (Elie), Pierre Magnier (Hersan), George Térof (Machefer).

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