29 de noviembre de 2011

WAXWORKS (1923)

La expresión artística y cinemática no es más que un estado psicológico mostrado en los filmes

   

Si el expresionismo se convirtió en una corriente del cine alemán, puede afirmarse que el caligarismo llegó a ser una especie de sub-corriente, debido básicamente a la influencia que ejerció sobre las películas posteriores a El Gabinete del Dr. Caligari. Quizás ello se note principalmente en Waxworks, la obra maestra del genial cineasta Paul Leni, quien habiendo estudiado pintura, supo de manera brillante introducir los decorados especiales con tinte expresionista para cada una de las tres partes de su película. “La expresión artística y cinemática no es más que un estado psicológico mostrado en los filmes” fue una de las frases más célebres de este director al que muchos consideraron el pionero del cine de horror, a pesar que sus producciones no se concentraron en un solo género y era capaz además de elaborar interesantes mezclas. Comenzó a trabajar en la industria del cine como diseñador de escenarios durante la Primera Guerra Mundial, una labor que siempre le gustó mucho y en la que se siguió desempeñando incluso después de haber dirigido sus primeras obras El Misterio de Bangalore (1917) y Príncipe Cuckoo (1919). Así, se convirtió en el responsable de la intrincada y estilizada escalera de Las escaleras traseras de Leopold Jessner (1921), donde fue director artístico y co-director, ya en una época en la cual había optado por las historias relacionadas a los cuentos de hadas y aventuras. Ya posteriormente, al igual que muchos otros directores germanos, se mudó a Hollywood y junto a Carl Laemmie, el hombre fuerte de Universal Studios, se especializó en películas de horror y suspenso, de las cuales las más notables fueron El gato y el canario (1927) y El loro chino (1927). Lamentablemente, su laboriosa carrera se vio interrumpida cuando contrajo septicemia, lo cual lo dejó parcialmente discapacitado e incapaz de hablar, a pesar que las ideas continuaban brotándole con frecuencia. La dolencia no duraría demasiado: falleció en Los Ángeles en septiembre de 1929 a la temprana edad de 44 años.
Hablando particularmente de Waxworks, la trama ya tiene un parecido extraordinario a Caligari: todo ocurre dentro de una feria cuyo parecido con la del Doctor de Robert Wiene es tremendo. Pero en esta ocasión la maldad no está en las alucinaciones de un paciente, sino encarnada en unas estatuas de cera que terminan siendo las protagonistas de cada una de las historias que se tejen en la mente del poeta (esta vez no se trata de esquizofrenia). La primera de ellas parece inspirada en las Mil y Una Noches, en donde vemos a un displicente califa Harun al Rashid (muy distinto a la versión histórica que se tiene de él) dedicado durante el día a los banquetes y al ajedrez, pero que por las noches se marcha con su visir a hacer travesuras con sus mujeres. En una de esas noches que va a “cazar” a la mujer del panadero vecino del palacio, precisamente éste quiere fascinar a su esposa robando el anillo del gobernante… y una vez que se encuentra en la alcoba del mismo, tiene que cortarle el brazo para poder consumar su robo, sin percatarse que en realidad lo que está en la cama es una estatua de cera que el califa siempre deja para ocultar sus “escapadas”. Poco después, para salvar a su marido, ella descubre al mandatario que está escondido en su casa. En la segunda historia, el malvado Iván el Terrible se dedica y disfruta haciendo sufrir a sus súbditos, hasta que llega el día que interviene en una boda, dando muerte al padre de la novia poco antes de la ceremonia, después enseñando el cadáver a la hija, ordenando que ésta sea raptada y finalmente, mandando a la cámara de torturas al desdichado novio. Empero, cuando quiere forzar a la novia, alguien le informa erróneamente que ha sido envenenado y que morirá cuando el reloj de arena cumpla su ciclo. El monarca enloquece entonces creyendo que al dar la vuelta al reloj detendrá su muerte… y así se pasa el resto de su vida. Finalmente, la tercera y corta historia relata un sueño del mismo poeta en el que se ve perseguido por Jack el Destripador, hasta que finalmente es despertado por la hija del dueño, de la cual ya está enamorado.
El caligarismo no sólo está presente en la introducción, sino especialmente en la última historia (a lo que se suma que Jack es representado por Krauss, quien hiciera de Dr. Caligari), donde durante el sueño del poeta se percibe una luz claramente artificial y a las figuras yuxtapuestas, pero aparte de ello, la sensación de persecución nos hace acordar a la película anterior. Los decorados expresionistas están asimismo exhibidos con mucha claridad en el palacio del califa, laberíntico y con los marcos de las puertas semejantes al turbante del gobernante, y orificios pequeñitos que fulgen de ventanas. Poco hay, aparte del vestuario del visir, el califa y los soldados, de algún parecido con la arquitectura árabe o persa, por lo que nos seguimos sintiendo aprisionados en esos interiores, con mayor razón porque nuevamente hay una persecución y el hogar del panadero parece haberse convertido en una monotonía tal al punto que la mujer está tan aburrida de su marido que desea las cosas más extravagantes. Es una historia cómica, casi una parodia que Douglas Fairbanks tomaría en gran parte como modelo para El Ladrón de Bagdad un año más tarde. Sin embargo, quizás lo que se evidenciaba era la poca confianza que existía en la Alemania de la postguerra hacia los presidentes o reyes, situación muy distinta a los años previos a la Gran Guerra; Harun al Rashid no es sólo un pelmazo disoluto, sino que incluso llega a acobardarse cuando quiere tener una aventura con la esposa del panadero, que lejos de dominarla, termina convirtiéndose en su títere.
Emil Jannings, quien ya tenía gran experiencia en papeles protagónicos, no nos defrauda para nada, pero el que se lleva todos los honores es la actuación híper magistral de Conrad Veidt, para muchos el mejor papel de toda su filmografía, incluso superior al de Las Manos de Orlac. Al igual que en el relato árabe, tenemos en la narración de la Rusia zarista un atisbo de cuento de hadas, pero acá se agrega una fantasía sádica en la que Iván el Terrible es pintado como un auténtico monstruo. En esta ocasión no vemos tanto el expresionismo en los decorados (con excepción de los sótanos con ventanas anguladas donde se encuentra la cámara de torturas), sino más bien en el mismo protagonista y sus múltiples facetas gestuales. Veidt es un perito al que descubrimos en el transcurso de 45 minutos esbozando una sonrisa malévola, una ira salvaje, un hermetismo frío, una altivez que raya los límites, una hipocresía descorazonada y finalmente, la locura total, en donde se combinan todos los sentimientos antedichos. Un final totalmente patético, pero que, al igual que el del califa, refleja la percepción que tenían los alemanes sobre los gobernantes; en este caso no es un payaso, sino un malévolo tirano que representa las monarquías autoritarias que se derrumbaran al término de la Primera Guerra Mundial (y quizás un involuntario antecedente de Hitler, quien por esos días fracasaba en el célebre ‘putsch’ de Munich).
El final del film no llega a convencer… quizás muy poco tiempo y un desenlace en el que vemos a dos jóvenes enamorados de la nada. Lo más resaltante, en todo caso, son las actuaciones y la continuación de la tradición expresionista alemana que se pinta de forma excepcional. Las tramas de cada historia son interesantes, pero el de la obra en general no está muy bien desarrollado, quizás por la falta de presupuesto que determinó a su vez que no pudiera relatarse la historia del bandido corso Rinaldini, a pesar que lo podemos ver entre las estatuas de cera…

   

Ficha:
Duración: 83 minutos 
País: Alemania
Género: Terror
Director: Paul Leni (1885 – 1929) y  Leo Brinski (1884 – 1944)
Reparto: Wilhelm Dieterle (poeta / Assad / novio), John Gottowt (dueño del museo de cera), Olga Belajeff (hija / Maimune / novia), Emil Jannings (Harun al Rashid), Conrad Veidt (Iván el Terrible), Werner Krauss (Jack el destripador), Paul Biensfeldt (Visir).

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