"No existe nada en este mundo parecido al amor... sólo pasión. No existe la suerte, sólo el deseo de tener poder!"
Un hombre sentado en el interior de un vagón de tren mira su reloj… el tren está pasando por un puente sobre una carretera… ha llegado el momento… ataca a otro hombre sentado al frente de él… le arrebata un maletín que arroja inmediatamente por la ventana… el maletín cae al vacío en el capote de un automóvil… el chofer hace una señal… un hombre que está “arreglando” un poste de teléfono hace una llamada… y el hombre que observa múltiples rostros en fotografías ha sido notificado… escenas en la Bolsa… un maletín con secretos comerciales holandeses y suizos ha desaparecido… las acciones se van a pique… uno de los hombres de las fotografías compra esas acciones… otras llamadas telefónicas… el maletín ha aparecido… las acciones se elevan geométricamente… el hombre que las acaba de comprar procede a venderlas… y nadie sabe que ese hombre es el mismo de las demás fotografías… y quien ha organizado todo el robo…
En este acto introductorio, el director vienés Fritz Lang nos presenta la mecánica de trabajo de quien será el personaje más importante de toda su ingente y productiva carrera de cineasta. Arquitecto de profesión, prefirió al inicio la vida bohemia en París y Bruselas, para luego lanzarse a una aventura viajera por países del norte de África, China, Japón, Rusia, Indonesia y los mares del sur, para retornar a su patria y alternar durante la Gran Guerra entre los hospitales y el campo de batalla. Finalizado el conflicto, comenzó su labor como director y ya en su debut (“Die Spinnen”, 1919) exhibió todo el exotismo que debió conocer y aprender durante sus pretéritos peregrinajes, lo mismo que caracterizaría a gran variedad de sus películas. En esta primera obra trataba las sociedades secretas mayas y recurría a mitos mesoamericanos, en tanto en “La muerte silenciosa” (1921) compuso un drama en tres episodios que ocurrían en China, Bagdad y Venecia y en el que se desata, como en muchos otros casos previos, la lucha entre el Amor y la Muerte. Un film en el que Lang manifiesta sus dotes de arquitecto y levanta impresionantes decorados, que sabe conjugar de forma brillante con las clásicas fondos pictóricos de la escuela “caligarista”. Tenemos una entremezcla de Hollywood y el expresionismo alemán, pero en “Dr. Mabuse” se nota otra faceta del realizador.
Ya en series como la francesa “Fantomas” de 1913 y 1914, la criminalidad había sido el tema primordial, lo cual pronto sería aprehendido por Hollywood, pero el caso de Mabuse es especial. No se trata de un hombre codicioso como los hay a docenas en las películas de Griffith; éste es un criminal nato, la primera auténtica mente depravada de la historia del cine que es manejada con detalle. Acá tenemos a un antecedente del Padrino y del Joker… y muchos han llegado a comparar al Berlín de Lang con la Ciudad Gótica de Batman. Al final, no sabemos quién es realmente el Dr. Mabuse, si se trata de un reconocido psicoanalista, un corredor en la Bolsa, un borracho de los arrabales, un jugador de póker, un prestidigitador o quién sabe qué tantas otras personalidades, que paralelamente juegan con un número similar de personajes. No duda en plasmar el suicidio de la Carozza, a quien ya había utilizado para arruinar al joven millonario Hull; no tiene remordimiento para asesinar a uno de sus compinches cuando existe el peligro de ser delatado (previamente se disfraza de un agitador social, en un episodio que refleja claramente el caos social de la República de Weimar); utiliza su poder de hipnosis de forma excepcional y gracias a él está a punto de provocar el accidente automovilístico de su más temible enemigo y perseguidor, el fiscal Von Wenk. Presentada en dos partes que en total llegan casi a las cinco horas, en la primera presenciamos básicamente su forma de manipular a los demás, sus victorias y su astucia para salir siempre bien librado; en la segunda, advertimos cómo se le complican las cosas, hasta terminar todo en una balacera entre casa y casa que tiene aires de film bélico o incluso western. Diversos aspectos que irán apareciendo en el futuro, como el asesinato por gas, puertas falsas, cambios de placas, mensajes ocultos y otros, ya están presentes y podemos concluir entonces que Lang no duda en sustraer elementos de Hollywood para una realización primordialmente expresionista.
No podemos negar que exista mucho de caligarismo en “Dr. Mabuse”, especialmente en varios de los decorados geométricos y que provoquen cierto revoltijo en la visión del espectador cuando quiere mirar más allá de los primeros planos. El maquillaje que resalta las ojeras es igualmente substancial, pero en realidad el expresionismo se encuentra en la misma personalidad del protagonista, quien sin motivos personales sólo quiere acabar con la sociedad, que le molesta terriblemente; es un sociópata a todo nivel. Detesta a aquéllos que se obsesionan por ganar en la Bolsa, detesta a los obreros que se ilusionan por un simple caudillo popular, detesta a los aristócratas que no saben ya en qué pasar su tiempo, detesta a los defensores de la ley que en realidad sólo quieren llenar un vacío, lo mismo que a las mujeres que desean ser amadas a toda costa… en síntesis, detesta a la sociedad berlinesa, a la sociedad germana de la postguerra, de los años 20’. Es a través de sus acciones que Lang nos quiere ilustrar el sentimiento generalizado, a veces directo o a veces reprimido, que se sentía en el país derrotado de 1918. De allí que su propósito tenga éxito, porque si bien podemos sentirnos horrorizados por las maniobras de este hombre, no podemos dejar de sentir lástima por quienes se dejan manipular con tanta facilidad (incluyendo sus cómplices) y de algún modo cuando mueren sentimos que finalmente son libres, no tanto de las perversidades de aquel hombre, sino de su propia decadencia y frivolidad. Surge así la pregunta: ¿es Mabuse quien provoca todo… o simplemente aprovecha un escenario gobernado por la trivialidad?
Una producción que dio mucho que hablar y que tuvo dos secuelas, que a pesar de ser interesantes, no llegaron a ser consideradas por la crítica como obras maestras, a diferencia de la que inició la trilogía. En cuanto al actor, vale la pena hablar un poco de él. Rudolf Klein-Rogge siempre estuvo asociado a Mabuse, pero en realidad integró en varias ocasiones el repertorio de Lang, generalmente representando a villanos y monstruos. Nacido en 1888, inició su carrera como actor de teatro, tres años en Nürnberg, hasta que junto a su esposa, la guionista Thea von Harbou, decidió moverse a Berlín en 1918, en donde poco después conoció a Lang. Sucedió un incidente amoroso que sería muy recordado en la primitiva historia del cine… y fue que los esposos se divorciaron y ella contrajo nupcias nada menos que con el director vienés. A pesar de ello, este debacle personal sirvió a Rudolf para despuntar en su vida profesional y ya habiendo debutado en “La imagen en movimiento” como actor de reparto, tuvo importantes papeles en “Cuatro alrededor de una mujer” (1920), “La muerte silenciosa”, “Dr. Mabuse”, “Los Nibelungos” (1924) y “Metrópolis” (1926). Siempre muy expresivo, se ganó a muchos fans y fue muy esperado en la secuela “El testamento del Dr. Mabuse” (1932), pero con la partida de Lang de la Alemania nazi ya perdió valor para el régimen, hasta su muerte en Graz en 1955.
Ficha:
Duración: 270 minutos
País: Alemania
Género: Suspenso
Director: Fritz Lang (1890 – 1976)
Reparto: Rudolf Klein-Rogge (Dr. Mabuse), Bernhard Goetzke (Fiscal Von Wenk), Gertrud Welcker (Condesa), Alfred Abel (Conde Told), Aud Egede Nissen (Carozza), Paul Richter (Edgar Hull), Robert Forster (Spoerri).
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