24 de octubre de 2011

HÄXAN, LA BRUJERÍA A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS (1922)

Creencias egipcias, babilonias… estrellas que cuelgan de la bóveda cual lámparas… demonios a los que se oponían los magos de Media y Persia… xilografías de Durero… manuscritos medievales… escenas de brujas besándole el trasero al demonio… una maquinita aparentemente de juguete que representa el infierno… explicaciones cosmológicas con un puntero, tal como si se tratara de una clase de historia de la brujería y su relación con las religiones antiguas y la Cristiandad. 


  

Así se inicia esta apasionante película, como si nos halláramos frente al director que, muy ajeno a todo lo que expone, es más que nada un ilustrador lejano. En ese momento nos sentimos tranquilos en nuestras butacas o en el calor de nuestro hogar, pero una vez que finaliza este primer episodio, el mismo Benjamin Christensen asume un papel protagónico, ya sea como el Diablo o como Cristo… y nos trae a la realidad a todas aquellas figuras de los dibujos a partir de una técnica surrealista poco común en el cine de esos tiempos: la violencia y la sexualidad, casi ausentes en los primeros años del séptimo arte, irrumpen con más profundidad emocional que con notoriedad visual. La verdadera historia de la brujería, muy distinta a la que nos cuentan en los libros, acaba de comenzar.
El cine danés había emergido como Venus. Mejor comienzo no pudo ser el hecho que en 1898 el fotógrafo de la corte de Christian IX, Elfelt, retratara una toma de la familia real junto al Zar Nicolás II, el rey Jorge I de Grecia y la Reina Victoria. Jamás se había reunido en un fotograma tanta sangre real… pero el inicio no determina el subsiguiente desarrollo. Como en Francia, Estados Unidos e Italia, el cine escandinavo creció en las ferias y entre la gente común, hasta que en 1906 un empresario de circo y de casinos llamado Ole Olsen fundó la Nordisk Film Kompagni, con un oso polar sobre un globo terráqueo como emblema, el mismo que sobrevive hasta la actualidad. A continuación comenzaron los escándalos que tanta fama le darían al primigenio cine danés y que le abrirían las fronteras de otras naciones. Olsen tuvo la ocurrente idea de transformar un fiordo noruego en una playa caribeña y filmar la cacería real de un león del zoo de Copenhague, lo que suscitó las protestas del gobierno. En películas como “Trata de blancas” (1910) y “Pecados de la juventud” (1910), el patente erotismo levantó críticas por doquier, a pesar de los finales de carácter moralizante. Los besos largos y apasionados (aún con la boca cerrada) fueron creación de los directores daneses, pero la realidad era que se trataban sólo de chispazos románticos dentro de obras cargadas de frivolidad, dramas mundanos que esbozaban principalmente a una aristocracia nórdica que se descomponía espiritualmente en los albores del siglo XX. El clásico “final feliz” de Hollywood no era la norma en la Nordisk, pese a que las tramas centrales resultaban similares.
Respecto a nombres, ya en la década de 1910’ aparece el gran director Urban Gad y la majestuosa actriz Asta Nielsen, a quienes nos hemos referido en un artículo anterior. Una versión de la femme fatale nació en este país escandinavo… y cuando Nielsen marchó a Alemania, Olsen encontró un satisfactorio reemplazo en Betty Nansen. De todas formas, este país con gran tradición teatral no conseguía encontrar un mercado cinematográfico nacional, lo que generó la emigración de talentos, como los ya mencionados y el director Stellan Rye (“El estudiante de Praga”), precursor del expresionismo alemán. Pareció entonces que en tierras danesas perdurarían los clásicos melodramas e historias folletinescas, pero entonces aparecieron dos grandes creadores. Uno de ellos fue Christensen (el otro Carl Theodor Dreyer), quien debutó con “El secreto de la X misteriosa” (1913), historia sencilla pero con gustos figurativos, una especie de preludio a “Häxan”, que fue rodada en Suecia entre 1918 y 1921 con un previo estudio por parte del director de numerosos archivos judiciales de la Inquisición de los siglos XVI y XVII.
En esta obra magna, Christensen hizo uso de la ya característica crueldad y morbosidad explayada en las películas anteriores de sus congéneres, pero en esta ocasión alcanzó un nivel mucho más alto, porque en este caso se entremezclan temas morales y religiosos. El puntero que en el primer acto del film servía para ilustrar la brujería tal como se “explicaba” en el Medievo y la Modernidad, comienza a ser utilizado en los rituales satánicos o como arma de la Inquisición, cuya verdadera filosofía es develada. El miedo hacia lo desconocido y el temor al quebrantamiento del sistema imperante constituían los principales móviles de esta institución, que no dudaba siquiera en emplear los modelos más infames y manipuladores para hacer confesar a las supuestas brujas. La realidad y la fantasía se conjugan en escenas en las que el espectador debe hacer trabajar su mente tratando de distinguir lo que realmente ocurría, de la imaginación de algunas monjas o personas, la misma que era aprovechada por las autoridades a fin de encontrar útiles culpables. Además, Christensen tampoco establece límites claros entre la película propiamente dicha y el rodaje, como por ejemplo cuando vemos a una actriz que sonriente, hace la prueba colocándose en las muñecas uno de los instrumentos de tortura.
El mensaje es claro: la crueldad, la injusticia y la intolerancia siempre han imperado en la historia del Hombre… y en este caso específico, aquellas mujeres que rompían los moldes estereotipados debían pagar las consecuencias. Y ello continuaba ocurriendo ya con la Inquisición abolida, tal como es ejemplificado al final con el mal trato hacia las mujeres histéricas, un mal poco comprendido a inicios del siglo pasado. La crítica social es clara, pero el mayor mérito de Christensen es la utilización de medios como la iluminación artificial (para gran cantidad de escenas filmadas de noche), el maquillaje, los decorados y las sombras no sólo para imprimir tenebrosidad a la realización, sino principalmente para esculpir un ambiente surrealista en el que más se infiere la ignorancia del ser humano frente a determinados hechos o conductas.
Una obra fuera de serie, pero que no serviría para catapultar al autor. Christensen se marchó primero a Alemania a trabajar para Erich Pommer y Carl Theodor Dreyer, antes de instalarse en Estados Unidos, donde produjo seis películas, de las cuales sólo resaltó “Mockery” (1927). Ya con el cine sonoro plenamente consolidado, retornó a su patria, pero sus nuevas ejecuciones relacionadas a temas como el aborto, la niñez y el divorcio, apenas llamaron la atención. En 1944 abandonó por completo la Nordisk y se dedicó a administrar un cine en la periferia de Copenhague, donde murió en 1959.

  

Ficha:
Duración: 122 minutos 
País: Dinamarca / Suecia
Género: Educacional
Director: Benjamin Christensen (1879 – 1959)
Reparto: Benjamin Christensen (narrador / Diablo / Cristo), Astrid Holm (Anna), Karen Winther (hermana de Anna), Maren Pedersen (María / Bruja), Wilhelmine Henriksen (mujer pobre), Oscar Stribolt (monje gordo), Knud Rassow (anatomista), Clara Pontoppidan (monja Cecilia), Johannes Andersen (padre Henrik), Elith Pio (monje joven), Tora Teje (histérica), Albrecht Schmidt (neurólogo), Poul Reumert (joyero).

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