Un conductor desconocido, un hombre que no cree en nadie... una película basada en una de las historias de la genial novelista Selma Lagerlöf. En la aurora del cine sueco, Sjöstrom nos lleva a la pantalla una obra estupenda.
El cine sueco, como el alemán, emergió tardíamente y sus primeros logros están estrechamente ligados a la Svenska Biografteatern fundada en 1907. Pero por otro lado, el avance inicial de este cine se debió a las mercedes de dos actores de teatro y realizadores: el finlandés Mauritz Stiller y su colega Victor Sjöström; el primero como director y el segundo como actor debutaron juntos en 1912 en “Las máscaras negras”. La obra no fue muy popular, pero sirvió de punto de partida para la grandiosa carrera de los dos cineastas, que hizo vivir paralelamente una época de gloria al cine nórdico durante los doce siguientes años.
Entre las primeras obras de Sjöström podemos mencionar “Ingeborg Holm” (1913), “Dodskyssen” (1916), “Terje Vigen” (1917) y “Los proscritos” (1917), en las cuales, a pesar de arrastrar aún la temática danesa de los melodramas y las tragedias de alcoba, ya improvisa por primera vez la narración a través de flash-backs, con lo cual queda roto el tradicional relato cronológico. Además, en la última de estas películas explota genialmente los paisajes naturales, probablemente con influencia del western, y de esta manera descubre, más que cualquier otro contemporáneo suyo en Europa, la importancia de los panoramas exteriores para expresar el drama interno de los personajes. Además, disponiendo como telón de fondo la rica y soñadora literatura de su país, pudo ir más allá que los realizadores de Norteamérica, al aportar lirismo e introspección, con lo cual dio un paso adelante hacia lo que sería el neorrealismo. Por otro lado, ni él ni Stiller (en especial en “El tesoro del Arno” (1919) renunciaron al uso de decorados especiales, por lo que este primer cine sueco no careció de un nivel expresionista como estaba ocurriendo en Alemania, al crear atmósferas poéticas e inquietantes.
Sjöström, antes de marchar a Hollywood, produjo un rodaje espectacular a partir de una adaptación de una novela de la genial escritora Selma Lagerlöf, en el cual temas metafísicos y teológicos fueron puestos a la luz. En resumen, la historia trata de un hombre (David Holm) sumido en el alcoholismo, lo que le ha costado el alejamiento de sus hijos y esposa, así como el encarcelamiento de su hermano, a quien influenció negativamente. En su constante deambular conoce a Edir, una mujer salvacionista, la cual probablemente enamorada, trata de ayudarlo y de algún modo, poco antes de fallecer, lo consigue, a pesar de los maltratos recibidos por aquél. Dentro de toda esta trama, surge la leyenda paralela del carruaje fantasma, cuyo chofer es la última persona que fallece en el año y que a lo largo de todo el lustro siguiente, debe encargarse de recoger cadáveres. Casualmente es el amigo de David, el informante de toda esta historia, quien se convierte en el conductor y quien lo ayudará en la escena final a redimirse de sus pecados.
Dos aspectos son memorables en esta obra. En primer lugar, la gran cantidad de flash-backs que rompen totalmente la linealidad de la narración, al punto que entre la primera escena y la última apenas han transcurrido algunas horas, mientras que en las retrospectivas conocemos la historia del protagonista desde que era un joven. El conflicto ya se ha iniciado hace mucho en el inicio y sólo iremos armando la textura a lo largo de todo el film, poco a poco, tal como el director lo deseaba. Además, tenemos la peculiaridad de un flash back a dos niveles, cuando dentro del relato de David acerca del destino de su amigo muerto, éste empieza a referir la leyenda del carruaje fantasma. En segundo lugar, tenemos la sobreimpresión cuando se trata de las escenas sobrenaturales, lo cual constituyó todo un acaecimiento para la época. Esta técnica generaba un ambiente realmente fantasmal y perturbador a las secuencias de la carreta, que a la vez se ven magnificadas con la patética tarea del conductor, como cuando recoge a un suicida y a un ahogado en el mar. El expresionismo paisajista es evidente y estremecedor.
De todas formas, la película no pretendió ser una obra de terror, sino un profundo drama en el que el protagonista adquiere personalidad propia sin llegar a ser una caricatura del mal. Es un hombre despreciable e incluso en la escena en la que destruye la chaqueta que Edit le había arreglado con tanto amor, llega a producir un efecto hiriente entre los espectadores. Lo mismo ocurre cuando trata deplorablemente a su familia, a la que en realidad está buscando más para seguir poseyéndola, antes que por extrañarla. No obstante, en el fondo se trata de un hombre que ama a su esposa e hijos y siente un insondable sentimiento de culpa que sólo consigue vencer cuando aparentemente muere y de allí regresa a la vida (¿o se trataba de un sueño?).
Lo que sí ha provocado numerosas críticas es que la película haya terminado convirtiéndose en una especie de parábola contra el alcoholismo y a favor de la labor del Ejército de Salvación, reconociendo su actividad durante la Gran Guerra, en la que Suecia se mantuvo neutral. Quizás el tema resulte un poco ampuloso y llega a aletargar al espectador por momentos, pero en general se trata de una excelente película, con exteriores sombríos desarrollados e interiores de poca luz que más que generar miedo, ahondan el drama de los personajes, en especial el de David. A menos de diez años de existencia, el cine sueco estaba a la vanguardia, y si bien su magnificencia no llegaría a sobrevivir la década de 1920 (a pesar de su posterior renacimiento), aportó en sus primeros unas características propias.
Ficha:
Duración: 93 minutos
País: Suecia
Género: Terror romántico
Director: Victor Sjöström (1879 – 1960)
Reparto: Victor Sjöström (David Holm), Hilda Borgström (Anna Holm), Tore Svennberg (Georges), Astrid Holm (Edit), Concordia Selander (madre de Edit), Lisa Lundholm (María), Einar Axelsson (hermano de David).
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