15 de agosto de 2011

THE KID (1920)

Chaplin es el único comediante capaz de hacernos reír en medio de la tragedia... y posiblemente "The Kid" sea la obra en la que más se percibe esta característica. El primer largometraje del gran actor y cineasta nos conduce a un torbellino de emociones inolvidable.

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Charles Chaplin vino al mundo en el triste y gris barrio londinense de East End una tarde de 1889. Su niñez transcurrió en medio de una pobreza descomunal, con su padre muriendo por alcoholismo y su madre debiendo ser internada en un sanatorio mental. Sin embargo, dado que pertenecía a una familia de actores judíos, debutó desde muy joven en los escenarios teatrales cantando y realizando pantomimas, hasta que en 1907 consiguió ser contratado por Fred Karno, director de una compañía de cómicos, lo que le brindó al joven Charles la estabilidad económica que tanto necesitaba para poder potenciar al máximo su talento artístico. En una de las giras de la firma por los Estados Unidos, fue descubierto por el genial Mack Sennett, quien no dudó en contratarlo para la Keystone, con la consigna de hacer una película semanal de quince minutos. Así, se produjo el debut en la pantalla grande en “Haciendo por la vida” (1914), dirigida por Harry Lehrman, a la que siguieron muchas más, un total de 35 películas para la mencionada productora. Ya en “Carreras para autos” aparecieron los primeros rasgos de su indumentaria de vagabundo archiconocida, pero sería a partir de “Charlot camarero” cuando recibiría cierta autonomía por parte de Sennett en lo que fue la primera obra dirigida por el mismo Chaplin. Para ese entonces el personaje del “Tramp” ya era una norma, pero las posibilidades del actor y director no eran del todo posibilitadas, limitándose al slapstick y los gags.
En 1915 fue contratado por la Essanay y fue allí donde comenzó su fama a nivel mundial, conjuntamente con su futura esposa Edna Purviance, la frecuente ingenua que encendía el corazón de Charlot, así como Baed Jamison, el típico señor gordo y antipático que terminaba siendo la víctima de las torpezas del protagonista. De todas maneras, sería para la Mutual y la First National (1916–1922) cuando se produjo su consagración definitiva como actor y creador, y su conversión en el primer mito universal elaborado por el cine.
En realidad, el éxito de Chaplin, con su sombrero hongo, sus grandes zapatones, su ropa destartalada y su bastón de caña, no se basaba únicamente en la comicidad, sino principalmente en la calidez humana del personaje, que no sólo le gusta burlarse de las aparentes “instituciones respetables” de la sociedad contemporánea, sino que agregaba una llamada a la fraternidad. Vemos entonces que las socarronerías caen sobre la autoridad (especialmente policías y funcionarios), sobre la gente rica o sobre aquellos mojigatos religiosos o puritanos, lo cual lo vemos más que nada en obras como “El evadido” (1917), “El inmigrante” (1917), “Armas al hombro” (1918), “Vida de perros” (1918) y “El peregrino” (1922). Revelando los dolores de su propia infancia, Chaplin utilizaba el humor como un arma corrosiva, exponiendo el ansia de amor, justicia y paz que todo ser humano demanda, pero frente a la contradicción de las imposiciones del sistema. Adicionalmente, este genio del arte resultó ser un gran conocedor de la psicología, lo cual le valió para aplicar la chocarrería apropiada en sus películas: poner en ridículo al lujo y a la riqueza, a aquéllos que se niegan a reconocer que están mal, a efectuar simultáneamente dos impericias. Los mensajes implícitos de búsqueda de un mundo mejor a través de los valores fundamentales es cada vez más notorio conforme pasan los años, al tiempo que tenemos historias mucho más elaboradas y con tramas más complejos, por lo que entramos a un mundo cómico muy distinto, en donde la acción, el drama y la aventura generan un suspenso agregado. De allí que a partir de 1917 las comedias de Chaplin adquieran otra dimensión.
Para 1920 Hollywood estaba en su apogeo. Las grandes producciones abundaban y se preparaban obras monumentales en el western, el género épico, así como dramas con escenografías imponentes. La comedia no podía ser ajena a este florecimiento y comediantes como Buster Keaton, Harold Lloyd y Harry Langdon, le proporcionaron una vitalidad artística que no encontró parangón en toda la industria cinematográfica norteamericana. Y Chaplin no pudo mantener la tendencia trazada hasta ese entonces y decidió entrar en el terreno de la tragicomedia a través de “The Kid”, el primero de sus largometrajes, que le tomó 18 meses de dirección, abriendo una pauta que desde aquel momento marcaría a todas sus películas.
Con evidentes remiNiscencias autobiográficas de los terribles años de infancia vividos en Londres, Chaplin relataba la historia de un niño abandonado al azar en la humilde vivienda del tradicional vagabundo que siempre encarnaba. Resuelto a adoptarlo, Charlot educó al niño en la vida picaresca, la misma que empleaban colectivamente para ganarse la vida, como por ejemplo cuando el pequeño rompe adrede los vidrios de una casa para que inmediatamente aparezca su padre adoptivo como un inocente vidriero dispuesto a reparar el “accidente” por unos cuantos centavos. Sin embargo, pronto este idilio se rompe cuando la policía descubre que el niño es huérfano y quiere arrebatárselo a su apoderado, produciéndose entonces una de las escenas más dolorosas y tiernas de la filmografía de Chaplin. Afortunadamente, la reaparición de la verdadera madre podrá resolver todo y habrá un final feliz para todos.
¿Qué pretendía Chaplin con esta historia? Quizás deseaba mostrarnos la mejor aproximación a la realidad en la que vivían miles de personas en los Estados Unidos, todos aquellos sectores que no guardaban mucha coherencia con el concepto de 'potencia mundial' que el país estaba asumiendo después de la Primera Guerra Mundial. Una madre que no puede mantener a su hijo y se ve forzada a abandonarlo, un niño y su "tutor" que se ven forzados a idear las más ocurrentes (y divertidas) estratagemas para sobrevivir; los pleitos en el barrio; las amenazas del gobierno para querer llevarse al niño al orfelinato. Pero parafraseando a un crítico, lo más importante era exponer, más que la forma como esta gente lucha por sobrevivir, era cómo lo hace sin perder la dignidad. A partir de allí podemos encontrar alguna respuesta a las intenciones del director, quien finalmente ha abandonado el guión folletinesco para esquematizar sus preocupaciones de siempre, pero de una manera muy distinta, llegando más directamente al corazón del público.
Por otro lado, la actuación del niño de 5 años Jackie Coogan (descubierto por Chaplin en el Teatro Orfeo de Los Ángeles cuando realizaba una danza popular), es realmente sorprendente y memorable en todo momento. Es quien se lleva todos los galardones de una gran obra que tiene de todo, incluyendo una maravillosa escena en la que el barrio pobre se convierte en un sueño del protagonista en una especie de paraíso en el que todos son ángeles. Una especie de comedia onírica dentro de la comedia, justo antes que nuestro querido vagabundo sea despertado por el pesado pero bonachón policía que lo conduce a la casa de la acaudalada madre del niño, el mismo que lo recibe con los brazos abiertos y los ojos cargados de felicidad en un final que bien hace honor a la frase inicial: "Una comedia con una sonrisa... y quizás con una lágrima".

   

Ficha:
Duración: 68 minutos 
País: Estados Unidos
Género: Comedia
Director: Charles Chaplin (1889 – 1977)
Reparto: Charles Chaplin (Vagabundo), Jackie Coogan (El Chico), Edna Purviance (La Mujer), Tom Wilson (Policía), Carl Miller (El Hombre).

1 comentario:

  1. Chaplin fue un grande. A través de Charlot y de las imágenes memorables de sus películas supo despertar en el espectador una descarga de emociones opuestas. La comedia fue su herramienta para reflexionar sobre el drama de la existencia humana.

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