17 de agosto de 2011

LOS 4 JINETES DEL APOCALIPSIS (1921)

Basada en una novela extensa y densa, es una historia que acontece en distintos lugares del mundo, desde la Argentina rural de inicios del siglo XX hasta los cafés parisinos, pasando por los campos de batalla, las escenas de alcoba y un castillo medieval...

    

Hacia 1920 June Mathis era una de las guionistas más célebres de Hollywood, con un trabajo harto reconocido por múltiples directores y productores. Interesada en las adaptaciones, se fijó entonces en la novela de Vicente Blasco Ibáñez, “Los 4 jinetes del Apocalipsis” y acudió al joven Rex Ingram para materializar el proyecto. La Metro Picture Corporation (antecesora de la MGM) reveló cierto recelo, sobre todo porque se pulsaban temas referentes a la Gran Guerra, un contenido ya inmensamente restregado por la industria del cine, y se creía que el rodaje no sería lucrativo. Sin embargo, Ingram demostró ser un director visionario y competente para la excepcional labor que se le encomendó en esta ocasión.
Nacido en Irlanda, este director había iniciado su carrera como actor, guionista y diseñador de escenarios hasta que en 1916 se le brindó la oportunidad de dirigir su primera película, “El gran problema”, a la que siguieron otras realizaciones de éxito discreto. Empero, en Hollywood se ganó la admiración de Erich von Stroheim, con quien compartía la idea de romper los esquemas tradicionales del cine norteamericano, y quizás por ello aceptó la propuesta de Mathis para dirigir una cinta con guión distinto. Necesitó a 14 camarógrafos, 12 directores artísticos, miles de extras, construcción de grandes decorados y un trabajo de edición formidable, porque ciertamente resultaba imposible traducir todo el romance literario en poco más de dos horas de proyección. El gasto fue similar a “Nacimiento de una nación” de Griffith, y si bien la taquilla no llegó ser la misma, sí generó utilidades considerables.
Todo arranca con un viejo hacendado gaucho llamado Madariaga, jugador, mujeriego y jaranero, quien tiene dos hijas: una casada con el francés Marcelo Desnoyers, y la otra con un alemán que no es de su gusto, por lo cual prácticamente ignora a los tres nietos que posee a través de él. Todo cambia cuando su primera hija da a luz finalmente a un varón, Julio, quien se convertirá en su engreído, pero a quien a su vez mal influenciará con su disoluto estilo de vida. Una vez que Madariaga muere, las dos ramas familiares se separan y regresan a sus lugares de origen… y mientras los tres hijos del alemán Von Hartrott triunfan profesionalmente, Julio profesa la vida de un artista desenfrenado, más preocupado por seducir mujeres en los cafés parisinos. Pero todo cambiará cuando se enamora de Marguerite, la esposa de un senador, a la que seduce y logra conquistar. Todo ello traerá problemas a su familia, que pierde el beneplácito de algunas autoridades, pero por otro lado, se ha producido la rectificación del hijo perdido. Sin embargo, al desatarse la guerra Marguerite se aleja de París para trabajar como socorrista, y él, aleccionado igualmente por las premoniciones de un vecino ruso de su estudio de arte, decide tomar un nuevo rumbo y se enlista en el ejército francés, donde morirá junto a su primo alemán al ser alcanzados por el mismo proyectil. Paralelamente, su padre Marcelo se ve obligado a retirarse a su castillo en la zona rural, en donde deberá aceptar la ocupación germana y la altanería de uno de sus sobrinos, convertido en oficial.
Se trata de una obra sumamente anti-belicista y en especial, anti-germana, al presentar a los alemanes como los “malos” de la guerra, convirtiéndolos en seres descomedidos, crueles y soberbios, todo ello en medio de un ambiente cargado de dramatismo, con temas como el desprecio dentro de la familia y el rompimiento del amor a causa de una separación ineludible. Ingram trata de reducir la carga trágica de la historia incluyendo al monito que en todo momento acompañaba a Julio como mascota, vistiéndose de forma similar según las circunstancias (incluso como soldado en el frente). Breves momentos de humor que cumplen con el propósito de la dirección. Pero por encima de todo, el mensaje subliminal de Ibáñez había sido establecer una analogía entre los Jinetes del Apocalipsis (peste, guerra, hambre y muerte) y toda la tragedia que significaba la guerra mundial. En este aspecto Ingram triunfa notablemente, porque a través de las conjeturas del vecino ruso, se va tejiendo una corta trama paralela, en la que los jinetes aparecen, corren y finalmente desaparecen en sobreimpresiones, tal como ocurre en “El carruaje fantasma”.
La dirección artística bien valió la contratación de tanto personal, especialmente en las secuencias del castillo, tan realistas que nos trasladan a la misma Europa y al verdadero frente de batalla. La fiesta de mascaradas en dicho castillo, si bien es usada para injuriar al soldado alemán, refleja uno de los aspectos más terribles del film y llega a producir en el espectador una sensación de repulsión, cumpliendo así su objetivo. No obstante, probablemente la escena más famosa es la del tango, casi al inicio, que además para muchos fue la acción consolidó definitivamente a Rodolfo Valentino, no sólo como actor, sino también como el latin lover de inicios de la década.
De origen italiano, Valentino comenzó realizando papeles de pillo o criminal, mas siempre como un canalla seductor frente a quien las mujeres se rendían invariablemente. Sin embargo, en la creación de Ingram lo vemos en facetas adicionales. Por un lado, certifica su rol de galán atrevido, determinado, que con una sola mirada capta la atención de su pareja y la saca a bailar, despachando de un golpe a su rival; con el tango ya tenía ganada la partida dentro de cualquier película que evidenciara erotismo, un tema por aquel entonces casi vedado. En segundo lugar, vemos a un Valentino que se convierte, enamorado de verdad y vulnerable, pero que no pierde la esencia del Julio original; en otras palabras, su personalidad se mantiene y dista mucho de ser un simple ejemplo de redención. La verdad que más que tratarse de una genuina regeneración, es más el deseo de convertirse en un nuevo tipo de héroe, aquél que las circunstancias de una guerra demandan.
Alice Terry, futura esposa de Ingram y de sensacional actuación, es otro de los ingredientes esenciales que hacen de “Los 4 jinetes del Apocalipsis” la primera gran realización de este director. Muchos han considerado que fue su mayor obra, aunque debe destacarse igualmente “El prisionero de Zenda” (1922) y “Scaramouche” (1923), en las que descubrió y exhibió todo el talento de otro latin lover, Ramón Novarro. Pueden mencionarse a su vez “Donde acaba el pavimento” (1923) y “Mare Nostrum” (1925), después de lo cual Ingram se mudó con Terry a Niza a producir sus propias películas, como “El mago”, en la que colaboró Paul Wegener como actor principal. A continuación rodó sólo dos silentes más y una sonora, tras lo cual se retiró para dedicarse a la escritura y la escultura, fuera en el norte de África o en Estados Unidos. Murió en Los Ángeles en 1950.

                    

Ficha:
Duración: 134 minutos 
País: Estados Unidos
Género: Adaptación literaria
Director: Rex Ingram (1893 – 1950)
Reparto: Pomeroy Cannon (Madariaga), Rodolfo Valentino (Julio Desnoyers), Josef Swickard (Marcelo Desnoyers), Bridgetta Clark (Doña Luisa), Virginia Warwick (Chichi), Alan Hale (Karl von Hartrott), Stuart Holmes (Capitán Von Hartrott), Alice Terry (Marguerite Laurier).

No hay comentarios:

Publicar un comentario