12 de agosto de 2011

EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN (1915)

En 1915 la Guerra Civil aún se hallaba firmemente asentada en la memoria colectiva del público norteamericano. La guerra europea era un acontecimiento lejano, casi ajeno, mientras que aquel debacle social y económico pesaba considerablemente a pesar de los casi 50 años transcurridos... Y ahora, repentinamente, un actor teatral y guionista se encargaba de llevar a un largometraje la historia que todos estaban esperando.


   

Eran los días del nacimiento de Hollywood. Un hombre llamado Adolph Zukor, productor independiente que ya se había enfrentado a Edison, fundaba la Paramount y podía abordar de una vez la dura tarea de lanzar grandes películas, olvidándose de los clásicos cortos de unos cuantos minutos. Muchos como él (también judíos inmigrantes de Europa) comenzaron a establecer sus firmas cinematográficas en los años que rondaban 1910, como la Warner Brothers, Universal, Fox, etc. No obstante, junto al éxito comercial de Zukor, se perfiló asimismo el del cine como arte único e independiente gracias a un actor teatral y escritor de nombre David Wark Griffith.
De ascendencia irlandesa, este hombre gustó a Edwin Porter no por su capacidad creadora, sino por su actuación en “El nido del águila” (1907). Griffith quiso convencerlo para llevar su obra “Tosca” a la pantalla, lo cual no lo pudo conseguir, pero finalmente tuvo su oportunidad un año más tarde cuando Biograph lo contrató y pudo entonces debutar como director, iniciando una carrera de más de 400 películas. Hasta 1913 sólo produjo cortometrajes, en los que recurrió a todos los temas posibles, desde adaptaciones literarias al primigenio western, pasando por melodramas, policiales y temas históricos, en especial la Guerra Civil. Durante estos años fue descubriendo a grandes futuras estrellas, como Mary Pickford, Mae Marsh, Lilian Gish y al cómico canadiense Mack Sennett. Pero lo principal fue el revelar un nuevo lenguaje dentro del cine, entre lo que podemos destacar el uso del flash-back, ya presente en su primera película “Las aventuras de Dorothy”. Luego vemos fragmentar la escena con planos próximos a los actores y en “El Teléfono” (1909) utiliza magistralmente el denominado “drama de último minuto” con una persecución semejante a la de “The Great Train Robbery”, pero con una dramatización potenciada a partir de la alternación de las escenas persecutorias con las de la familia angustiada, cada vez con intervalos más cortos y empleando todos los medios disponibles (tren, caballos, automóviles). Estos vibrantes montajes paralelos los repetirá con mayor destreza en “Salvada por telégrafo” (1911), en donde además desplazaba los puntos de vista de la cámara dentro de una misma escena. La acción paralela fue igualmente desarrollada no sólo tratándose de sucesos acaecidos exactamente al mismo tiempo y en sitios cercanos, puesto que en “Enoch Arden” (1908) vemos al protagonista en la isla desierta y repentinamente a su esposa en un lugar muy distante esperando su regreso, sin importar si se trata del mismo día y a la misma hora. El uso eficaz de los primeros planos fue también una característica inédita del cine de Griffith, no sólo para los rostros (en “The Musketeers of Pig Alley”, 1912, lo exhibe de maravilla), sino también para artefactos cuando quería utilizarlos como símbolos de un sonido o de una preocupación.
La iluminación fue a su vez esgrimida solemnemente, desplegándose el contraluz, la iluminación lateral, el desenfoque como efecto artístico en “When Pippa passes” (1909) y una combinación de luz natural y artificial en “Historia de amor de un político” (1909), aunque para todo ello contó con el respaldo del operador Billy Bitzer. Adicionalmente, algunos temas demandaron implementaciones realmente sorprendentes, como el plano general de Victoria Country en “Ramona” (1910) y el manejo de grandes masas de extras en la representación de un combate de la Guerra Civil en “La batalla” (1911), algo que descollará con mucha más fuerza en sus súper producciones de 1915 y 1916.
Lo único que le faltaba al cine de Griffith era un contenido más plausible, menos melodramático y menos idealista. Sus personajes resultan estereotipos y por tanto, carecen aún de las pasiones y miserias propias de todo ser humano. Pero no debemos olvidar que el cine era un arte aún en ciernes y que el gran aporte de Griffith descansaba sobre la técnica narrativa con montajes paralelos y continuos saltos en el tiempo, y a los múltiples usos que le dio a la cámara como medio de expresión, amparados con una iluminación diversa y una elección de actores que daban la talla.
Pese a todo lo antedicho, la hora cumbre de Griffith aún estaba por llegar. Entusiasmado con “Cabiria”, película que estudió una y otra vez, quiso crear algo parecido y así tuvo un experimento con “Judit de Betulia” (1914), primer largometraje de 40 minutos, pero a su vez su última producción para Biograph
La película narra a grandes rasgos la Guerra Civil Norteamericana entre el industrializado Norte y el agricultor y esclavista Sur, cuyo poder económico queda destruido al final del conflicto, junto a la liberación de más de un millón de esclavos. Pero Griffith se fija esencialmente en la historia de dos familias amigas, los Stoneman de Pennsylvania y los Cameron de Carolina del Sur, así como de los amores entre Phil y Flora, y entre Ben y Elsie. Pero la obra alcanza la grandeza por sus características cinematográficas: la relación entre ambas familias es presentada con detalles y profundidad; las escenas de las batallas son extravagantes y complejas; y lo más importante, los efectos teatrales son marginados a favor de un excelente trabajo de edición con planos generales combinados con planos próximos. Ello se percibe brillantemente en la apertura de la batalla de Petersburg, cuando casi paralelamente vemos los movimientos de tropas y las incidencias particulares de la lucha. Flash-blacks, interacciones entre escenas de masas y otras más personalizadas, y un final de suspenso con cortes inter-cruzados en los que se muestra un rescate a partir de tres tramas simultáneas, son otros de los ingredientes que el público pudo disfrutar como algo original en ese lejano 1915. La presencia de caches (ennegrecimiento de parte del fotograma para realzar sólo una parte) fue utilizada asimismo para proporcionar un mayor efecto dramático en algún rostro o para centrarse en algún paisaje. En resumen, todo lo implementado y desarrollado por Griffith a lo largo de casi 400 cortos durante los seis años anteriores, pero reunido en una sola mega producción.
Naturalmente, no debemos olvidar que el director había nacido en Kentucky como hijo de un ex coronel confederado arruinado, por lo que le resultaba muy complicado prescindir de sus prejuicios contra la raza negra, ya patente en varios de sus cortos (los actores "negros" importantes son en realidad blancos con el rostro embadurnado). Es precisamente en la segunda mitad, que narra acontecimientos posteriores a la guerra, donde se distingue claramente el racismo que seguramente aún imperaba en USA a inicios del siglo XX. Griffith pinta un Sur en donde los afroamericanos proceden a humillar a los blancos, perseguir a sus mujeres, realizar fraudes en las elecciones y haraganear en las asambleas regionales. A partir de allí justifica el nacimiento del Ku Klux Klan, que es presentado como una organización benévola y justiciera, lo cual naturalmente suscitó controversia y crítica en las salas de cine. Incluso hubo enfrentamientos con la policía en Boston y manifestaciones en las afueras de los teatros de Nueva York y Chicago. Además, había sido la primera película en ser proyectada a un presidente norteamericano, nada menos que a Woodrow Wilson, quien no hizo nada para impedir su difusión. De todas formas, fue un film que dio tanto que hablar, no sólo por la temática, sino porque se trataba del primer gran largometraje de Norteamérica, con presupuesto de 100,000 dólares (hoy equivalente a 2 millones), algo inconcebible en aquellos días. Se trató asimismo de un éxito de taquilla porque para 1932 sus ingresos habían superado 90 veces su costo de producción y en 1963 ya alcanzaba los 50 millones de dólares, casi 10 millones por encima de “Lo que el viento se llevó”, casualmente otra obra de corte racista.
Muy aparte del tema, “El Nacimiento de una Nación” era per se una obra compleja, muy larga, pero presentada con una narración coherente y ágil que en la actualidad sigue impresionando. El suspenso del final es conmovedor y difícil de creer para una película muda (mucho menos en aquellos tiempos), pero el cine ya estaba en marcha y se estaban sentando rápidamente sus bases. Las actuaciones son también memorables, en especial la de Lilian Gish, quien ya se estaba convirtiendo en una de las primeras divas del Séptimo Arte. Resaltan también las apariciones de Henry Walhall, Mae Marsh, Miriam Cooper, Ralph Lewis y Raoul Walsh en su breve papel de asesino de Lincoln. Empero, no olvidemos que los personajes de Griffith eran estereotipados y esa característica se mantiene en esta producción, en donde además el director pretendía brindar un mensaje subliminal a favor de la secta del Ku Flux Klan, con lo que limitó la libertad de acción de los actores. 


    

Duración: 187 minutos 
País: Estados Unidos
Género: Cine épico
Director: D. W. Griffith (1875 – 1948)
Reparto: Lilian Gish (Elsie Stoneman), Elmer Clifton (Phil Stoneman), Mae Marsh (Flora Cameron), Henry Walthall (Colonel Ben Cameron), Miriam Cooper (Margaret Cameron).

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