23 de noviembre de 2013

MARRUECOS - 1930

"Yo la amo... y haré cualquier cosa para que ella sea feliz"

      

Las palabras del magnate Le Beissiere, representado por el genial Adolphe Menjou, resumen lo que ha sido uno de los emblemas del cine romántico hasta la actualidad. Josef von Sternberg nos introduce en el Marruecos colonial francés, pero lejos de hallarnos en el novelesco mundo del Sheik, nos hallamos en una filial de Occidente en medio del desierto y las ciudades moriscas. La actriz y cantante Amy (Marlene Dietrich) arriba al norte de África con una sensación de frustración emocional, siendo abordada desde el barco por el maduro hombre de negocios, quien se enamora a primera vista de ella. Continuará intentando con ella a lo largo de toda su estancia en la ciudad, pero ella, pese a reconocer su caballerosidad y bondad, no le corresponderá y terminará enamorándose del joven inmaduro y mujeriego legionario Tom Brown, encarnado por un joven Gary Cooper. Paradójicamente, será el mismo Menjou quien ayudará a su amada a reunirse con su querido.
Marlene Dietrich y Von Sternberg ya habían iniciado una relación profesional con El Ángel Azul ese mismo año, de modo que esta película los lanzó definitivamente a la fama a nivel mundial puesto que el mercado norteamericano no se hizo problemas para el estreno del filme ni con relación a algunas escenas consideradas "escabrosas" en la época. Por ejemplo, aquel baile de Dietrich que muchos tildaron de lesbiánico, con el beso en los labios de otra dama como colofón, bien pudieron haber desencadenado una ola de protestas en la Alemania aún conservadora de Weimar. Más allá de eso, la actriz quedó confirmada como la gran seductora de Hollywood, superando (al menos en ese aspecto) a la Divina Garbo, quien también se hallaba en sus días de gloria. Muchos vieron en el papel de Amy (que casualmente evoca al sobrenombre de Aimeé, que la actriz había usado cuando era prostituta en París) una continuación de la Lola que había conducido a la perdición al pobre profesor representado por Emil Jannings; sin embargo, acá no tenemos a una femme fatale que juega con los hombres, sino que se sacrifica por el amor hacia un hombre que no le ofrece nada más que aventuras. Parecería que jugara con el caballero Le Beissiere, pero en realidad no lo hace... simplemente las dudas respecto a la seguridad que le proporciona aquel millonario la hacen dudar, hesitaciones que desaparecen cuando se entera que su amado está herido y necesariamente quiere estar a su lado. El enamoradísimo pero sosegado Menjou, decide acompañarla hasta el fin.
Quizá esta naturaleza renovada de la actriz fue lo que determinó que se consolidara como uno de los iconos cinematográficos de todos los tiempos. Ya no había necesidad de ser una vampiresa sensual y peligrosa sin sentimientos para relucir y seducir a todo el público... ya mostrando un lado más humano y frágil, es capaz de ejecutar la misma proeza. Incluso muchos se han referido a una sexualidad ambigua con relación a la escena antes comentada sobre el beso a otra mujer, que se complementa con el sombrero de copa que viste durante la misma. Podría afirmarse que termina convirtiéndose en la "muñeca" del soldado, pero la casi constante apatía del mismo, dan a entender a las claras que todo es una decisión estrictamente de ella. Además, el mayor protagonismo que el director le otorga a Menjou acrecienta dicha cuestión.
Este último personaje, que representa lo que muchos consideran el hombre ideal que tiene gran poder social y económico pero que no espera nada a cambio de sus dádivas, es quien a la larga inclina la balanza a favor de su rival, un aún crudo Cooper fiel a su espíritu donjuanesco y que se resiste a creer que también está enamorado de la actriz. 
En otros aspectos, se nota todavía el influjo de la era muda en diversas secuencias, como aquella en la que el magnate se acerca a una seria actriz en su camarín, y detrás de ambos podemos leer pintado en el espejo: "Cambié mi mente"... una frase que resume toda la escena (y la película) perentoriamente. Los juegos de luces son también cruciales: en los interiores siempre sobresalen las sombras, quizá por el hecho que allí dentro es donde todo es ambiguo, donde ella principalmente se ve sumergida en las dudas respecto a la decisión a tomar, sombras que no son más que recuerdos de un pasado no aludido, pero claramente presente. En las calles o el desierto todo es más brillante, como la luz que nos envuelve... y allí está la última escena magistral, donde ella, resuelta a seguir al amor de su vida, se lanza descalza a recorrer las arenas del Sahara detrás de la legión y con la única compañía de otras mujeres que han decidido también seguir el mismo destino en pos de sus hombres. Antes de ello, empero, se despide con un beso de agradecimiento del otro hombre que la ama, quizá más que el soldado...

  

País: USA
Duración: 91 minutos
Director: Josef von Sternberg
Reparto: Marlene Dietrich (Amy Jolly), Gary Cooper (Tom Brown), Adolphe Menjou (La Beissiere), Ulrich Haupt (Teniente Caesar)

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