El vagabundo más famoso de la historia del cine nos presenta por primera vez retazos de la vida real de su creador... a pesar de estrenarse cuando los 'talkies' ya comenzaban a dominar la escena, El Circo no dejó de ser un éxito en la carrera de Chaplin...
Charlot está hambriento y busca alimento de toda forma posible. Ingresa a una feria y trata de conseguirlo, lo cual logra a medias, hasta que un policía lo confunde con un carterista. Comienza entonces una de las clásicas persecuciones que arrancan más de una carcajada, hasta que el vagabundo, sin darse cuenta, entra a la carpa del circo y genera más risas entre la aburrida audiencia, que cree que todo se trata de parte de un acto. El dueño del show decide contratarlo, aunque pronto se dará cuenta que sólo su espontaneidad causa gracia, así que lo manda a realizar tareas de limpieza y a alimentar a los animales. En el transcurso de sus actividades, Charlot conoce a la hija del director, la hermosa Merna, de quien se enamora profusamente. Pero ella prefiere al acróbata Rex y la tristeza vuelve a relucir en el rostro del pequeño caminante, hasta que una vez más queda solo al partir el circo.
Más de un año de rodaje determinó que esta obra maestra llegara a la pantalla grande cuando la gente hacía más colas para ver filmes sonoros (a pesar que en 1928 sólo lo eran parcialmente). Económicamente, el éxito de El Circo no pudo compararse a La Quimera de Oro, lo cual conllevó a que no se le calificara del mismo modo, e incluso e llegó a pensar que para la entrega de los primeros premios óscar de la Academia, se le retiraron las nominaciones por temor a que fuera derrotada y decidió asegurársele el premio honorífico. No fueron los mejores años para Chaplin, ni siquiera en su vida personal, puesto que durante esa misma época se estaba divorciando de Lita Grey, un final de relación que fue todo un escándalo en Hollywood y que incluso terminó en los tribunales. Empero, su imagen no se vería afectada y cumple, como siempre, una gran actuación. Papel interesante es también el de Merna Kennedy, cuya carrera sería muy corta y básicamente recordada por esta actuación. Caso diferente fue el de Bergman (en esta ocasión representando a un payaso viejo), cuya carrera artística siempre estuvo ligada a la de Chaplin, desde The Pawnshop (1916), hasta Tiempos Modernos (1936); no sólo un gran actor, sino un ingenioso asistente de dirección, con especial atención en El Circo.
Las escenas memorables abundan, como al inicio cuando Charlot y el policía se ven atrapados en un cuarto repleto de espejos que asemeja a un laberinto y confunde a cualquier espectador. Asimismo, tenemos a nuestro amigo metido por accidente en una jaula con un león ¡de verdad! Ya entre las últimas, como complemento a los innumerables gags, lo encontramos reemplazando por accidente a Rex en la cuerda floja, pero como siempre, se salva con las justas, tomando en cuenta que en esta ocasión debe ocuparse de dos monitos que se le trepan. En fin, todo un despliegue maestro de técnica cómica y cinematográfica.
Sin embargo, tal como ocurriera con su película anterior, son las escenas trágicas las que hacen de esta producción una de las más grandiosas del aclamado cineasta. Una vez más vemos la melancolía en el taciturno Charlot, pero en esta ocasión, lo que valen son las analogías con su propia vida. He allí tenemos a su jefe obligándolo a hacer reír al público, frente a lo cual tiene que disimular sonrisas y explicarnos indirectamente que el trabajo de cómico no siempre es divertido y feliz. Asimismo, nos está relatando su vida inicial en los teatros, cuando aún no adquiría fama y tenía que sufrir rechazos y malos tratos para salir adelante, incluso en un mundo laboral aparentemente sencillo. Hay también una remembranza de lo que fue el cine en sus comienzos, ferias trotamundos que alegraban a pueblos y ciudades en su inacabable errar. Pero probablemente la lección principal que el director nos quiere dar es que uno es capaz de generar las mayores alegrías cuando se es uno mismo. En fin, la última escena es igualmente grandilocuente, con un Charlot solitario sentado en una caja olvidada por los artistas y observando un papel con una estrella. Lejos de desanimarse y sentir nostalgia, la observa, la arruga y la lanza de taquito por allí. Él piensa en el futuro... pero es él, Charles Chaplin.
* Como punto aparte a esta película, es preciso comentar un dato muy curioso surgido a partir de unas escenas inéditas, no mostradas hasta hace muy poco, en las que se ven imágenes del día del estreno de la película en Los Ángeles, el 27 de enero de 1928 en el Grauman's Chinese Theater. Entre las personas que se dirigen rumbo a la entrada, en medio de unos animales de madera que aluden a los de la obra, aparece una mujer mayor de contextura gruesa hablando sola, pero con su mano izquierda pegada al oído, como si estuviera agarrando un objeto pequeño. El difusor de este video, un director de cine irlandés, se tomó la molestia de efectuar varias repeticiones con acercamiento y cámara lenta, para concluir que la mujer llevaba en la mano un teléfono móvil y que posiblemente se tratara de una viajera en el tiempo. Dichas afirmaciones causaron mucho revuelo, pero es evidente que era una teoría sensacionalista. Bien pudo tratarse de un amplificador de sonido para poder escuchar mejor (lo cual no explica por qué la señora habla), pero una visión más cuidadosa de la escena nos hace pensar que era un hombre disfrazado de mujer, con zapatos extremadamente grandes para sus pies y que pudo haber sido el mismo Chaplin. La "mujer" en cuestión mira a la cámara y no hubiera sido extraño que fuera el mismo cineasta disfrazado dando instrucciones en voz alta (era una filmación muda, después de todo) y queriendo pasar desapercibido tapándose parte del rostro.
País: Estados Unidos
Duración: 70 minutos
Género: Comedia
Director: Charles Chaplin (1889-1977)
Reparto: Charles Chaplin (Tramp), Allan García (dueño del circo), Merna Kennedy (hija), Harry Crocker (Rex), Henry Bergman (payaso viejo).